EL MONO Y EL LORO (RELATO)
Autor: Andrés Pablo Medina.
“A Lola”
EL MONO Y EL LORO (EXTRACTO)
En el antaño tiempo en que la primera familia de hombres y mujeres aún no conocía la luna […]
Así pues, en aquel aún paraíso, creció entre «cánticos» el niño gitano albino hijo de la luna. Ni una sola palabra, ni un solo gesto que fuese pronunciado. Nada que se refiriese a algo sino a esa cosa misma referida. Nada que fuese algo para que al llegar a ser lo que fuera no dejase de ser eso. Es así, que el niño gitano hijo de la luna, vivió en una infancia desesperada hasta que obtuvo el permiso de crecer bailando. Quiso Dios, que llegados a esta circunstancia, se produjese un catastrófico diluvio que arrasara con tierra y cielo, y recompusiera cuantos destrozos humanos se hubieran perpetrado sobre la divina obra de la naturaleza terrenal a la salvaguarda del nuevo muchacho calé. La luna, que por aquel entonces andaba menguante, observaba temerosa como los hombres y las mujeres que aún en nada se parecían a hombres y mujeres como tales, se perdían por sus pasiones y sus ignaras decisiones, hasta dar a parar no así a este anunciado diluvio divino de huracanes y maremotos, en la hora del despertar de la edad madura de su hijo albino en que las cosas como los nombres tendrían sus propias palabras y sus propias danzas. Era, que en aquel paraíso, habitaban todas las especies, aquellas que fueron terrestres y las que no. Era, que en aquel paraíso, habitaban todos los hombre y mujeres, aquellos que fueron sabios y mansos y los que no. Era, que en aquel paraíso, habitaron todos los dioses con todos sus cielos, aquellos que pudieran ser buenos y santos a los ojos con que vemos a Dios, y los que no. Era, que en aquel paraíso, habitó el tiempo.
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[…] Pero transcurrió la eternidad, así que se sucediera el final de esta generación feliz. Y fuera que «la tierra prometida» fuera no más que el eterno puerto donde arribar a cada eterno éxodo. Y fuera así que nuestro añorado Pinocho se rencontrase con su condescendiente humanidad al descolgarse de la luna un día de verano en que los selenitas viajaran a las Américas en busca de respuestas a sus raíces. Geppetto al ver descender del cielo a su pupilo Pinocho en toda su indecente gloria, antes que estos prodigios divinos desataran la furia de Leviatán, tomó el arca de Noé, aún sin permiso alguno, y recogiendo a todos, surcó los aires entre las tempestuosas tormentas hacia la isla de Nunca Jamás con sus viejas y nuevas compañías. No sin embargo no hallaron allí más que un cocotero con un mono volatinero y un loro parlanchín entre las palmas de su copa tan locos como solos por testimonio de lo que fue en su tiempo este ideático paraíso donde el arte del hablar por hablar y del hacer por hacer no era más que una tentación que antaño colgaba de la madre luna.
OBRA COMPLETA INCLUIDA EN EL LIBRO ‘TEATRO Y NARRATIVA‘:
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