EL BUDA ASESINO (RELATO)

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EL BUDA ASESINO (COMPLETO)

El avatar del Buda del kaliyuga, antes de cerrar el moksha último, habría de incumplir la ley sobre la que se asienta el orden conclusivo del kronarjunasamvada. El Buda se había instruido junto a otros budas en el ashram de la diosa Kali de la muerte para obtener la gracia de la iluminación sobre su shakti crística en la trascendencia consciente del dolor. No así el Cristo Cósmico no podía sostener más su brazo ejecutor. El juicio, ante la liberación universal de la kundalini, permanecía suscrito ante sus compasivos deseos, por la virtud de la ubicuidad e inmortalidad, frente a los irracionales demonios. Acababan de regresar al Tíbet, y los templos aún no se mostraban habitables. El Dalai Lama anunciaba presente su última encarnación. Su liberación otorgaba a la humanidad así una ascensión en el ciclo existencial. El avatar del Buda de la era de Kali, junto a los demás maestros, monjes, y devotos, que regresaban de los demás monasterios expandidos por Occidente, y los habitantes de la región, reconstruían y reacomodaban los templos a la nueva habitabilidad. El Dalai Lama se trasladaba una vez anunciara esta disposición de la cordillera de los Andes al Himalaya. El resto de los monjes y discípulos occidentales ordenados durante el éxodo, ocupaban estos refugios esparcidos por el resto del mundo a la custodia de sus maestros. Estas riquezas supondrían un incalculable esplendor.

Kalki Maitreya, el avatar del Buda de la era de Kali, que habría de venir a destruir el mal y renovar el mundo del kaliyuga, se había encarnado en oculto, sin revelaciones por las que delatarse, a ser que se cumpliera su intromisión sobre las ideaciones pánicas del Saptarshí de los asuras. Las encarnaciones manifiestas de los demonios acuciaban la humanidad sin redención no más que al referente de las enseñanzas de anteriores avatares de Visnú. El Cristo Cósmico no podía sostener su palabra expiatoria. Kalki Maitreya, su avatar del kaliyuga, pronunciaba sus mantras y oraciones en su intimidad conciencial a que se detuviera la fuerza de la destrucción y su decrépita corruptela ante su expansión frente a la completud o kronarjunasamvada. La era de la maldad contenía no así una profunda e intensa adversidad a renovar. Kalki Maitreya se transportaba al astral en busca de aportaciones al equilibrio entre las fuerzas antagónicas y su pacificación. Así aquí el sufrimiento en aura de los guerreros interiores se contabilizaba por sus comprometidas enajenaciones alineadoras en la potencia de la luz sobre índigo o azul en común uniforme.

Los habitantes celestiales del monte etéreo Meru en el reino tushita de Shambhala enviaron al Buda Kalki Maitreya a la tierra sobre el Monte Kailash. Así que una vez personificado ante los monjes, Kalki Maitreya, se manifestó, a esta hora sí, como el avatar de los primeros de los primeros. Visnú se mostraba en él como su avatar original. Antes el Buda de la era de Kali había permanecido oculto en la observancia y la compasión. A este hecho se daba que toda la tierra existente se sumía a la espera de la segunda venida del Cristo en su liberación. Dhruva Rishi en su mensaje como Isha Putra o hijo de Dios preconizó como profeta el advenimiento de una era de destrucción que habría de ser destruida por la fuerza del amor universal e incondicional iniciada por un redentor. Dalai Lama, a esta hora sí, expresaba el cumplimiento de sus encarnaciones terrenales, y de este modo culminaba su disolución en el nirvana a la elevación del dharma de la humanidad.

El Saptarshí de los asuras, relator de los designios en la era de Kali, oculto en los profundos infiernos velados a la luz divina, había decretado con Satana, el príncipe de los demonios a su coronación, destruir el samsara, y renovar una maya universal imperecedera. Asimismo, el Dalai Lama, los monjes, y todos los habitantes celestiales, tanto en los cielos como en la tierra, desconocían estas secretas pretensiones. Dhruva Rishi como Isha Putra imploraría al Dios Abba la resurrección de los muertos en el paraíso o satyayuga. Así, la renovación de la mahayuga proporcionaría una era de vida eterna en la tierra liberada de los demonios. Satana regiría el mal sin más intromisiones coronado rey de sus infiernos. Es así que la maya universal imperecedera, sobrepuesta a los ciclos del samsara, alcanzaría aquí la reposición de la liberación universal desde el amor universal e incondicional.

Dhruva Rishi esperaba en el séptimo cielo la reunión de los profetas y maestros ascendidos. No así tal que el que está acullá, como es el Buda Kalki Maitreya, por su contemplación, quería creer en sí mismo, y sus facultades, en la difusión de sus misiones y su fe. Así se le afrontó por este solo deseo de ser batalla contra el demonio. En la que aún permanece victorioso sobre una contienda incólume a la esperanza de la disuasión. Los ejércitos celestiales azules, así como todos los Budas y demás devas, están al acecho a la expatriación de los demonios. El Buda Kalki Maitreya impacienta frente a la injusta argucia y modales con que se hostiga el sufrimiento paulatino de sus incontables. El Buda Kalki Maitreya conoce a Satana y las profundidades de sus ocultos infiernos, porque no es la primera vez que se le despierta en su registro akáshico el recuerdo que le ha extinguido en la terrosidad de la existencia humana.

Dhruva Rishi en su ascensión iluminaba el camino a la kundalini. Los siete chacras que se abrían por los «siete sabios» sobre las siete puertas de los siete cielos encontraban la purificación que habría de resituar la vibración conciencial de una nueva humanidad trinitaria a la divinización por versificar sobre sus contextos confrontados en kaliyuga: Krishna, Cristo, y Mahoma, como exponentes supremos. Kalki Maitreya, que se había iniciado en el ashram de la diosa Kali de la muerte, reconocía restos e influencias de los males del kaliyuga. Aquí y ahora, sobre la nueva tierra ante una nueva mahayuga, la muerte no cesaba en su acometida sino por continuidad más que como una fulminación final de la que liberarse por renovación a la maya de su existencia. Esta muerte feliz para un mundo en plenitud no era el plan de Abba. Druva Rishi el Isha Putra rechazó por el amor universal e incondicional a su padre divino muchas imposturas demoníacas expresas en el conocimiento del desarrollo humano. No así, la kundalini, se ofrecía por este hijo de hombre como su devoción discipular por Kalki Maitreya, en la santificación de una humanidad hacia su deificación o hibridación con la divinidad.

Cuando hubieron de ser sometidos uno a uno y mil a mil todos los demonios del kronarjunasamvada y desterrados al reino de los Narakas, por siempre, los seres humanos en la tierra comenzaron una nueva era de interminable esplendor, compasión y amor. No así el Saptarshí de los asuras u «octavo sabio» oculto a los misterios de Abba en su infierno, no cedía en cuanto a su deseo de dominar la tierra de los hombres por considerarla un error demiúrgico. Allí en el reino de los Narakas diseñaba y relataba la tentación satánica. Por su parte, Dhruva Rishi iniciaba la kundalini del Brahmā para permanecer en la atención de la ascensión a niveles superiores de conciencia para los hombres ante el kalpa interminable e imperecedero. Así de este modo, los demonios, que perpetraban a finales del kaliyuga contra los inicios de esta era eterna sobre Brahmā y toda creación, impedían a los hombres más débiles y menos instruidos esta emancipación, hacia un mundo cuyos absolutos y separaciones, se integran sobre la compasión y comprensión activa. No así, Kalki Maitreya, en el juicio de su heredad akáshica, extendía la expiación kármica a todos los maestros, monjes, y devotos, que le seguían a su entrada triunfal sobre las puertas de Brahmaloka, una vez que se hubiera reconocido la renunciación universal a la demonización y sus actos promotores. Era tal que así que Kalki Maitreya meditaba en soledad sobre la cima del Monte Kailash, ante las puertas de Brahmaloka, la ciudad santa en el Monte Meru, aguardando un suspiro inicial de Brahmā a su meditación permanente que le indicara su cumplimiento último al kaliyuga:

“Así, Dhruva Rishi, en su segunda encarnación a la resurrección de los muertos y la vida eterna como taumaturgia del samsara, habría de redimir a todos los acólitos que se prestasen en su expiación. Dhruva Rishi se encomendaba a Abba en una segunda rogativa a eximirle como holocausto de una inmolación execrable en objeto a una nueva liberación en común, no así la necesidad de su entronización última. Tanto la transubstanciación como la extremaunción se preceptuaban en los templos de los monjes de Piscis. Aquí, el Mesías, el Cristo, contenía en su memoria presente la palabra de fe como promesa de esperanza a sí y sus creyentes. Así Dhruva Rishi aguardaba uno a uno y mil a mil a todos sus feligreses. La Tierra Prometida, el Paraíso, o el Reino de los Cielos, se construían más allá de cualquier ecumenismo o sincretismo por la mano divina solícita de los hombres. Dios Abba, aquí y ahora, sobre la nueva era de Acuario, metamorfosea sus oficios y sus rituales o actos de fe, tal que a la defensa de sus misterios y anunciaciones, en tanto a que sus confesiones y sus correligionarios, en la diferencia teologal, se congregan a la enésima aparición de la figura de Jesús de Nazaret, a su entronización. Aquí, Dhruva Rishi, profeta Isha Putra en el amor universal e incondicional, anuncia en si la segunda venida del Cristo crucificado como avatar de Shyaktavesha, discípulo akáshico de Visnú, por la exención de las destrucciones del mal en la reposición de un mundo tan renovado como a su desconocimiento inconcebible.”

Es así pues que Kalki Maitreya en “su” meditación sutil observaba la batalla del Dalai Lama contra los asurendras, que le instigaban a permanecer imponiéndoles e impidiéndoles su ascensión final y universal. La serpiente Kundalini, así como Dhruva Rishi recorría el torso del dragón Vritrá, se avanzaba desde su coxis hasta la parte superior del chacra corona donde se incineraba en su homa al momento de cortar las siete cabezas del dragón. Así que una vez que hubo dado en constatar la muerte de Vritrá, accedió a presidir el samsara. Era que los demonios se deportaban al reino de los Narakas y que así la tierra se ocupaba por los hombres nuevos. Las guerras cesaban, y la prosperidad, incalculable e indómita, imperaba sobre todos los hombres y mujeres de espíritu convenidos.

Kalki Maitreya había dado muerte así al demonio Vritrá, que contra la ley del amor universal e incondicional, se propagaba por la era eterna. Así pues era que los monjes en el ashram de la diosa Kali de la muerte imploraban la expiación de los pecados contra la muerte en el desamor y el amor cualesquiera. No así los males de los demonios debían ser expiados en el trato de la compasión. Dalai Lama ubicado a la inmortalidad sobre el Templo de Brahmaloka en el monte Kailash recibía la iluminación a estos sucesos. Dhruva Rishi esperaba las respuestas de las Iglesias del Occidente, su entronización a los Cielos. Kalki Maitreya esperaba las señales de los ángeles a concluir el moksha e iniciar la nueva era en la ley eterna de la tierra de los hombres sobre el imperecedero kronarjunasamvada. Asimismo el Saptarshí de los asuras u «octavo sabio» aportaba sus decisiones definitorias. Kalki Maitreya se rencontró así en sus registros akáshicos con los orígenes brahmánicos de su primer avatar, Visnú. Aquí el primero de los hombres fue ofrendado para sustraer de sí su cualidad a sus sucesores. Fue este canibalismo antropofágico la primera expresión humana que se obtuvo a la divinidad:

“Kalki Maitreya preveía que incurriría aquí ante una nueva y definitiva oblación, que, desde los respetos consecuentes en el amor universal e incondicional, y la compasión, a los incansables demonios en sus virtudes de ubicuidad e inmortalidad, superaría de forma inconmensurable sobre una victimaria aniquilación.”

Kalki Maitreya, que al jnana-yoga encontraba en sus libros respuestas a sus inquietudes y desconciertos por ocultos o desconocimiento, rememoraba la ilusión de los orígenes: “Los mitos ancestrales se revelaban sobre la historiografía en continuidad expresiva.” Kalki Maitreya se proponía deferir la responsabilidad adquirida sobre el avatar de su discípulo Shyaktavesha, Dhruva Rishi, que se congregaba en Abba al cuidado de la humanidad. Dalai Lama trascendía a su nueva casa cósmica en nirvana, el estado espiritual de los ascendidos más allá de la cima del paradisíaco Monte Kailash. Los maestros, monjes, y devotos, asistían a su declaración final. Música, danzas, y oraciones, se entonaban a la compaña de la ascensión a la entronización del Lama en su última regresión desde el samsara. Dhruva Rishi, el profeta del amor universal e incondicional, Isha Putra, accedía al templo de Potala a la anunciación en sí de la segunda venida del Cristo crucificado como avatar de Shyaktavesha, discípulo akáshico de Visnú, a la exención de las destrucciones del mal, en la reposición de un mundo tan renovado como a su desconocimiento inconcebible, más allá del fin del kaliyuga, y más allá de la perennidad del kalpa, en la eternidad de nuestro señor y padre Brahmā, El Dios increado por todos los tiempos, por los siglos y siglos del samsara. Los Cielos, que se abrían así al Dalai Lama a su acogimiento, cerraban el círculo de los ochenta monjes custodios del sagrario donde se aposaban las cenizas del Dalai. Una era de esplendor incalculable que se iniciaba entre todos los prosélitos. Así, hasta el fin imperecedero de los días.

Dhruva Rishi oraba por su hora. Sabía que su segunda venida no era sólo manifiesta por las apariciones puntuales a sus apóstoles y discípulos, sino porque más allá de un encuentro en la fe y la esperanza del Espíritu, se rogaba con denuedo su estancia en la rencarnación en el mundo físico por la consecución universal de sus mandamientos y profecías. Shyaktavesha, avatar de Jesús de Nazaret, discípulo del avatar del dios Visnú, el señor Krishna, dispone así sobre el registro akáshico de Dhruva Rishi, el monje San Issa, que vela en su conciencia desde el monasterio de Himis por la integración y su cumplimiento. Así que Kalki Maitreya, que meditaba en soledad sobre la cima del Monte Kailash en su última encarnación humana, ante las puertas de la ciudad santa de Brahmaloka, aguardando un suspiro inicial de Brahmā a su meditación permanente que le indicara así su cumplimiento último al kaliyuga, se retuvo sobre la comunión universal con el Espíritu sobre la indicación a congregar y exonerar toda la humanidad. “Así pues, Dhruva Rishi, que oraba por su hora, en su meditación sutil, fue elevado a su extinción con la kundalini. La pira estaba dispuesta en el monasterio de Himis, y su homa sacro, ardía desde tiempos inmemorables impoluto a la transubstanciación y extremaunción por la resurrección. No así, Dhruva Rishi, purificándose en el fuego, a la necesidad, se sentaba entronizado a la diestra de Abba. Kalki Maitreya se condolía y se inculpaba, a la fatalidad, en su discípulo. Los demonios no sólo no eran víctimas del amor universal e incondicional, sino que entre sí practicaban ya sus propias aseveraciones. Las enfermedades se extinguían a los sentidos de la humanidad.”

Kalki Maitreya, cerraba el moksha a kaliyuga ante la nueva y sempiterna satyayuga, en la que gobernaría al insuperable Reino de los Cielos, sobre la Tierra Prometida; El paraíso prometido del Brahmā.

FIN DEL RELATO

DOMINUS (TEATRO BREVE)

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