EL BOMBERO APÁTICO (TEATRO)

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«TEATRO Y NARRATIVA»

EL BOMBERO APÁTICO

(Monólogo Corto)

Por ANDRES PABLO MEDINA

Comienza la obra…

Se abre el telón.

El escenario vacío con una barra que cruza de arriba abajo sobre el centro trasero. Un bombero se presenta con su indumentaria, excepto el casco que se cuelga de un perchero situado aún más atrás a la izquierda del público. Comienza la acción así que decrece la sirena de un camión bomba.

Soy el culpable de todos los incendios. No sólo los cometidos por la Humanidad, sino todos ellos. Así ya desde mi prexistencia incendiaba la naturaleza, y ésta, se destruía así mi voluntad. Luego, no más que el fuego se imponía en mi vida, y así perpetraba este deseo por dominar tras todas y cada una de mis encarnaciones.

¡Qué gran batalla arrebatar a las llamas las cenizas de cuánto se nos muestra vulnerable!

El fuego es el mejor aliado de los hombres. El fuego sin control es la manifestación divina de la destrucción, la expresión de la naturaleza en su renovación más allá de la racionalidad…

¡Yo soy el incendiario de cuánto habría de perecer transmutado por las llamas!

(Transición.)

… Cuando salí ardiendo en aquel incendio inextinguible, no recuerdo si la Catedral de Notre Dame o el Templo de Khajuraho (no así aún lo recuerdo como una imagen fija a mi pensamiento), no salvé a mi voluntad otra benigna diferencia, más que combatir este fuego mismo, con el mismo fuego.

Era muy de noche, y las llamas se elevaban incompresiblemente renovadoras en la acción humana sobre sus techos como una revelación improrrogable de la eternidad. En aquella tremenda fogata ardía la misma voluntad humana despreciada, mi voluntad hecha la libertad de su propia contrariedad. Su provocación, más allá de un vandalismo, regenerador e inexcusable.

En la larga noche de Santa Lucía yo mismo ardía, fundido al deseo de una exterminación sin excedencias.

El fuego es…

(Transición.)

Cuando ingresé en el cuerpo consumía cigarrillos, habanos. Estos eran para mí como una tregua con el enemigo… Así fumaba, así mantenía mi alerta…

Ser un bombero, o llegar a ser un bombero, implicaba un pacto con el fuego que limitaba su ignición. No había quema que se resistiera a mi parecer…

Fui así designado a aplacar las llamas e incendios del Infierno. ¡En reparo de mis culpas piromaníacas!

El fuego es…

(Transición.)

Nací una noche de agosto de muchísimo calor.

… Desde mi infancia hasta mi adolescencia fui instruido para provocar. No había otra en mí más que invocar mi arsonfobia.

Fue así que me enfrenté a mi propio deseo, a mi culpa sempiterna y universal.

… El haberme convertido en un incendiario sin medidas, me convertía en el exterminador de los fuegos por su extenuación.

¡Yo soy el culpable del fuego en la Humanidad!

(Transición.)

Mi primer juguete fue un fuego fatuo.

Lo anudé a los radios de la rueda de mi bicicleta, y así que pedaleaba giraba aún más, y pude transportarme por los aires a la vez que incendiaba cuanto quedaba atrás de mi camino.

Mis padres me ingresaron en un reformatorio privado. ¡Tuve esa suerte!

… Allí comencé a fumar mis primeros cigarrillos, habanos, y a quemar con el mechero los pantalones de mis compañeros.

Luego, vino la moda de hacer peticiones a la Virgen María escribiendo deseos en papeletas que se incendiaban. Se decía que el humo que llegaba al Cielo transportaba la plegaria a la misma Madre Santísima.

¡Yo era el mejor! ¡No había deseo que se me resistiera!…

Aún hoy conservo esta virtud.

(Transición.)

¡No así soy el culpable de todos los incendios perpetrados por la Humanidad y sus anteriores competencias!

(Transición.)

… Cuando ingresé en el cuerpo de bomberos había salido ardiendo ya por enésima vez.

Era inmune a las llamas como un Príncipe puede aprender a ser inmune a los venenos…

En mi pueblo natal me celebran como un bombero insuperable, inexpugnable.

La tarde del día de San Juan, en mi pueblo, hacen, hasta el día de hoy, arder al párroco, de tal manera, que, librado de las llamas por la única invocación a mi presencia, sale por siempre ileso sin quemaduras ni más heridas.

¡Soy el culpable de todos los incendios! ¡Soy el dueño de los fuegos!

¡Su héroe dominador!

(Transición.)

En su día, Herodes me clamó a aplacar el fuego del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, naturalmente fue Herodes quien ardió tras el incumplimiento de su existencia mundanal. La sacra naturaleza del Espíritu, en su contrariedad soporífera como liberación y saneamiento ígneo del alma, no se extinguía más allá del fuego manifiesto, aunque fuera por mostrarse ausente en su llama como lengua de fuego consumible.

Así fuera que el despiadado Herodes, en su dominación por sobre todo poder y ejercicio, al reclamarme la detención de éste su incendio, obtuvo sobre sí, la desgracia de reclamarse la incandescencia a sí mismo, como provocador incendiario, a la asistencia contra sus propios fuegos mismos en sí y para sí.

Por mi parte, fui cometido a esta santa misión de la milagrosa mano del Patrono San Florián, que, descendiendo sobre mí en una pila de agua bendita, me advirtió la importante causa de mis dislocados devaneos.

… y así mis encarnaciones se ocupan pues de arremeter, contra…

… una, y otra vez…

El fuego es…

¡Yo soy el culpable del fuego en la Humanidad!

(Transición.)

… Mi extinción comienza donde se encuentra la yerma…

(Pausa.)

… Todos los bomberos llevamos dentro en nuestro corazón un incendio inextinguible…

Unas veces, se excede frente a su expansión.

Otras, se retrotrae en exceso.

… No así, estamos en perpetua alerta…

(Se acerca al perchero por el casco.) (Con el casco en las manos.)

¡Esta es mi cabeza!

Sin ella no puedo pensar…

Para un bombero es muy importante pensar… aunque parezca que “tenemos cosas de bombero” nuestras disertaciones son importantes. Esto es así porque mantener el fuego ardiente, sin que se trasvase más allá de los límites impuestos, o, que, por el contrario, arremeta demasiado sobre la presente incandescencia, requiere mucho de nuestro aprendizaje y nuestra talentosa capacidad, que tal como un cocinero se las apañe para su uso, así nosotros, en nuestra indumentaria nos encontramos con la tarea de reparar las candelas en su medida.

El fuego es como un pequeño grano de mostaza que comienza con una chispa y se extiende por sobre toda la Creación, sin exclusiones…

El fuego está en mi cabeza como un ardid astuto y engañoso. Su naturaleza, desconocida y propia, sustancial, arremete insaciable contra la permanente movilidad de las llamas inscritas…

Me insistieron apaciguar las llamas que incendiaban las cruces donde ardían los apóstoles proscritos por los hombres en sus últimos días de un mundo infernal…

De igual modo, se me instó por la Gloria y el Cielo a mantener la incandescencia de los paganos y gentiles, que mostraban su fe en Cristo Nuestro Señor en falso con prácticas demoníacas sin otra más a mí que mi incineración a la salvaguardia purificatoria.

El fuego es…

El fuego era así la antorcha de la olímpica conciencia.

¡Esta es mi cabeza!

Sin ella no puedo pensar…

(Transición.)

El fuego es…

No puedo evitar el fuego que a su extinción reduzco como un pequeño grano de mostaza.

… Fui sin ser torero y payaso, en la apatía de ser ahora como un bombero…

El fuego tiene mucho que ver con la política, para huir de ella y ultimar sus veredictos.

… El primer fuego que se recuerda para reponer los defectos contraídos es el de la ciudad de Roma por los cristianos durante el imperio de Nerón, que se replicó sobre el incendio de la biblioteca de Constantinopla no sin la deferencia de que sus libros llegasen una vez consumidos por las llamas como sahumerios a la presencia y complacencia del conocimiento de Nuestra Señora Virgen María, Reina de los Cielos.

… El hálito de vida insufla al espíritu que se impregna en el alma humana como bautizo a fuego.

¡Soy el culpable de cuántos fuegos se propician por la Humanidad!

(Transición.)

El fuego, es mío… me pertenece…

Soy un bombero apático que se domina sobre toda virulencia.

… El cocinero me conoce bien cuando le impongo los límites de su partida. Aquí, según la naturaleza de la lumbre, se implica una serie de normas suscritas e inapelables. Su éxito depende en gran medida del habilidoso y correcto uso de éstas. El adecuado tratamiento del fuego en los fogones disponibles compondrá platos y fuentes en exquisitez inigualable.

… Hay otros que también conocen bien los límites que impongo. Al punto tal que incurren en incendiar lo que aún no corresponde enviar a su juicio final. Estos condenados a la sempiterna hoguera arderán como cera incandescente sin recurso posible a su cesión. No es así que soy yo quien manifiesta la expresa ejecución de este holocausto. Profecía que se me personaliza a los efectos de mis culpas en la urdimbre del mismo fuego sobre toda expresión.

Es aquí que la masa ígnea e incandescente…

¡El fuego es mío, me pertenece!

(Transición.)

El infierno no es muy agradable, créanme…

En realidad, su ignición se conforma tan insoportable que nos atormentamos tratando de evitarla cuando estos incómodos aspavientos no más que nos provocan sumergirnos más aún en él.

… Aquí el rechinar de dientes, ante la inconmensurable efervescencia de su purificación, consustancial de nuestra materia, nos aleja de la masa ignífuga para consumarse tal como una simpleza ignominiosa sobre una realidad que se nos muestra ahora y ya por siempre inamovible…

¡Cosas de bombero!

… Es así que para llegar a ser un bombero, y mantenerse en la parte misma de su concordancia, técnica y teórica, por ende, como cosa de bombero, poética y oratoria, se requiere coparticipar de gran escrupulosidad en pensamientos y actos. Así se es como un jardinero mismo, un jardinero de fuego, sobre la floración comburente de la vehemencia existente, experto al caso, por tanto, en el agua salvífica que contiene su propia corporeidad.

Contengo en mi cuerpo un sesenta por ciento de agua, y el restante cuarenta por ciento se comporta como inflamable. Es así como por mí mismo he aprendido a arder y a su vez a extinguir mis infiernos…

Las tardes de primavera, luminosas y radiantes, las ocupo, sino me atañen otras mis tareas, paseando a Cancerbero, mi perro guardián.

No puede ser otro…

Cancerbero está diestramente instruido.

Sus dos cabezas, como no podría ser de otra manera, le proporcionan visibilidad y reacción para adentrarse entre las llamas y prevenir peligros a quienes nos adentramos al rescate de las energías renovadas a la consumación de los transformismos piroescatológicos.

Así los cadáveres de los perecidos se encuentran en la volatilidad e incandescencia de la pirolisis humana, esto es, la degradación gasificada sobre las cenizas que el cuerpo humano alcanza en su nuevo estadio ignífugo tras la integración en su tomización.

¡Cosas de bombero!

El fuego es…

El fuego es cosa de cocineros, ¡y también de militares!

Pero sobre todo es…

¡Es cosa de bomberos!

(Se coloca el casco.)

Cuando contraje mi devoción desconocía con exactitud las responsabilidades y vicisitudes que habría de afrontar. Mis maestros y formadores, que me alentaron a cumplir con mis aspiraciones, se enorgullecían con mis progresos. La naturaleza del fuego se me desvelaba así tan pronto como incendiaba en la exención mi propia mismidad…

… El fuego ardía para mí tal como una profecía que desvelaba la destrucción por una voz sempiterna, irremplazable, impronunciable.

(Se ajusta la visera del casco, librando los ojos al aire.)

Es cosa de bomberos que se propague estos avatares de nuestra profesión de un modo informal y extraoficial, más allá de la exposición clásica, de la misma manera que supondría redundar, obviar, y omitir, las aportaciones competentes en su implicancia a la mostración de una descortesía sobre el principio mismo del oficio.

Así, como cosa de bomberos, se preavisa que no se ha de jugar con fuego…

Y son así estos ardides que en mi apatía me propongo preavisarles los peligros de la presunción.

… El fuego es así tal como cosa de cocineros y militares…

Proponer una visión sobre los pormenores de la temática en tratamiento supone tomar un convenio a través del cual expresar sin dilaciones oficiosas el contenido profeso. La tradición en prácticas de las entidades programáticas aboga por sostener los métodos tanto pedagógicos como técnicos en su libranza ante la formalidad estructural que justifique sus asentamientos. Es así pues que un bombero, como bombero, adquiere sus habilidades y aptitudes como tal, así como se forma más que nada como un desertor. Sí, por siempre involucrado a la inseguridad de la naturaleza ígnea.

No así cuentan éstos los manuales tradicionales, confrontados a éstas las nuevas corrientes que se acoplan, así se pueden descubrir y suscribir, los logros por los que un bombero se logra bombero sin más.

¡Soy el culpable de cuántos fuegos se propician por la Humanidad!

… No así, cada cual, atiende a sus llamaradas sobre las contingencias asumibles.

(Pausa.) (Se quita el casco y lo echa a rodar como un balón de futbol.)

Es así que expongo cómo funciona la quale ante el conocimiento de la técnica y el arte sobre las llamas, así es pues que me dispongo a desentrañar como la gracia de Nuestra Señora se nos concede por la gloria del Espíritu Santo, que por sus lenguas de fuego, desciende así sobre nuestras inteligencias, que para su adopción habrán de ser dotadas en habilidades y destrezas, y no vulgares, pues se corre el riesgo de prender sin otra más que creerse iluminado.

Yo soy bombero.

El fuego es… ¡también cosa de cocineros y militares!

“Oído cocina”, y a los fogones.

“Alto el fuego”, se para la guerra.

… Cosa de bomberos…

… Entre manual y manual, en la teorética justificación de resultados, surgen las apuestas condecoraciones.

No hay más que justificarse hasta en la misma irrespetuosidad.

… Un bombero es…

Una vez que el fuego arde se contempla su naturaleza.

Aquí se opta al neuma.

… Es la aspiración que nos incita a malograr sus aspiraciones…

… Un bombero es… un incendiario que contra el fuego limita su expansión…

… Un pirómano para su extinción…

(Pausa.)

Las apuestas condecoraciones responden a la impropiedad de imponer la necesidad de las llamas. Si no fuera así entonces no habría fuego, y no sólo éste habría quedado exterminado.

(Pausa.) (Hace rodar el casco fuera del escenario, por el bastidor.)

Tan sólo las apuestas condecoraciones se ofrecen así para objetar que se supone un problema confrontarse a la naturaleza del fuego, o sus infiernos fragrantes.

Es la santificación a través de San Florián.

No hay otra actuación más que la que nos permite disponernos a la tarea y misión de entregarnos en Espíritu y Verdad a la obra de nuestra inconmensurable purgación ignífuga.

… Es así, pues, yo, bombero, extirpador de holocaustos, en su perpetua sacralidad, aun cuando se ponga así a enardecer la magnificente presencia de lo innombrable…

Yo soy bombero… algo así como un pirómano por la extinción del abrasador fuego…

¡Sé qué no lograré arrebatar el fuego incontrolable ni aún más allá de su brutal naturaleza!

… ¡Sé que así soy el culpable de cuántos fuegos se propician por la Humanidad!…

¡Soy el culpable de todos los incendios! ¡Soy el dueño de los fuegos!

¡Su excelso héroe dominador!

… Soy un bombero que trata de establecer los renglones por los que componer la guía de su muestra subyacente en la acción al servicio…

Esto es que me expongo aquí no en la batalla de mi encomienda ni incluso si así fuera por su simulacro, sino que me dispongo pues de este momento para expresarles no así el relato de mis estratagemas.

Esto es así que mi mismidad personal se acucia de una incompletud sobre mi incapacidad por adquirir las virtudes categóricas que me propulsasen a constituirme, tal cual me pretendiera así objetado como un bombero por lo tanto incuestionable.

Esto así es cosa de bomberos… Sería cosa de bomberos creer que se pudieran extinguir los incendios…

(Transición.)

No así es así que el fuego tiene mucho que ver con la política, para huir de ella y ultimar sus veredictos.

(Pausa.)

Los políticos organizan las legiones de pirómanos según las prescripciones ideológicas que proclaman. Establecen sus planificaciones a las actuaciones de los servicios contra incendios, así como ratifican no tan sólo sus simulaciones sino sus previsiones y sus prevenciones. El resultado es una amalgama de disturbios optantes a la defensa de unos intereses mixtificados en su solvencia por la defensa de una naturaleza y una seguridad humana sin consorcio por la serenidad de la arsonfobia y su regeneración ante la actuación indiscriminada de pirómanos a merced de una caótica abstracción.

Yo quise ser bombero…

Yo soy bombero aun cuando ni siquiera…

(Transición.)

Si en alguna ocasión topas con un fuego, no esperes a ser bombero.

¡Apágalo!

… No se hace necesario participar en la extinción de una Catedral o de la Torre Eiffel…

… Puedes, simplemente, apagar tu cigarrillo… O puedes soplar las velas de tu cumpleaños…

¡Pero el fuego no es juego! ¡Nunca juegues con el fuego!

… Si quieres ser bombero… ¡ama al fuego! ¡Domínalo!

Entonces, sólo entonces, sabrás si eres bombero, o un impostor.

(Pausa.) (De los bolsillos de su indumentaria, extrae los útiles necesarios para provocar el fuego. Un trozo de madera blanda seca, por ejemplo, de higuera, que abierto por la mitad, haciéndole una ranura con una piedra, apoya un palo resistente de madera más dura, por ejemplo, de álamo, y lo hace girar rápidamente con las manos. El polvo desprendido de la madera blanda por el roce se convertirá en un tipo adecuado de brasa chispeante. Situada previamente la yesca debajo de la ranura hecha en la madera blanda, comenzará a arder.) (Mientras se ocupa en arder el fuego, ora insistentemente.)

“Om mahajwalay vidhmahe

Agnidevay dihimahi

tanno Agni prachodayat.”

(Una vez que ha conseguido remontar la hoguera.)

… No se hace necesario participar en la extinción de una Catedral o de la Torre Eiffel…

… Puedes, simplemente, apagar tu cigarrillo… O puedes soplar las velas de tu cumpleaños…

(Canta por tres veces.)

“Om jagatpranaya vidhmahe

dhwaja hastaya dihimahi

janno Vayuh prachodayat.”

“Oṁ jala bimbaya vidhmahe

nila puruṣaya dihimahi

tanno Varuṇaḥ prachodayat.”

(Se desprende de su chaqueta, y apaga el fuego ahogándolo con la prenda.) (Saca una cantimplora con agua, y bebe.)

¡Este es el momento qué más me gusta de mi trabajo!

(Vuelve a beber.) (Suena el gayatri mantra a agni con triunfal e instrumental ascendencia.) (Baila sujeto alrededor de la barra, y finalmente escala al techo.)

FIN DE LA OBRA

(Saluda saltando desde arriba).

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