PLUS ULTRA (STORYTELLING)

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(TEATRO CORTO – MONÓLOGO)

«NAYTYA-VEDA»

(Theater Roller)

El autor: Andrés Pablo Medina

 

PLUS ULTRA (COMPLETO)

 

“A mi princesa americana.”

 

 

 

(TEXTO)

 

 

(En el escenario se deconstruye el interior de la suite de un hotel y el salón de un cortijo en la campiña con una enfermería de una plaza de toros.) (Las luces que iluminan el escenario definen las escenas consecuentemente.)

 

(Ante el público se presenta un TORERO ESPAÑOL, vestido de luces, borracho en la soledad de la noche.) (Su ingle derecha vendada y ensangrentada.)

 

(Luces.) (En la suite del hotel.)

 

(Al son del clarín.)

 

(soliloquio.) (A una grabadora manual.) (Con una botella de la que da tragos.) Con la misma mirada… aquella tarde en mi recuerdo frente a la muerte, mi primera vez… contigo, ese día… contigo, como con nadie… el día de mi primera vez… (Transición). No sólo no te lo voy a reconocer, sino que haré cuanto pueda por evitar que nadie pudiera llegar a tenerlo en cuenta ni con la imaginación… Esa misma mirada mansa que el toro bravo me lanzaba a entregarse… Tú, mi cubanita tostada. Sólo aquella tarde en mi recuerdo aún te siento la hembra, el trofeo que duró mi coleta… No sólo no te lo voy a reconocer, sino que te demostraré que nadie puede llegar a saberlo.

Aquella tarde que te poseí un poco más allá de los límites en los que se aman un torero y una admiradora, comprendí pronto que en esta plaza sería yo quien fuera el admirador… a pesar de que nuestro encuentro no pasaba de ser una recompensa de mi apoderado… armé el taco… Una faena triunfal a hombros por la puerta grande… así me recibía la plaza mi alternativa como matador… así me rendí como un choto a tus pies… para no separarme de tu gracia nunca más… Y así sabes o debes saber que son muchos toros los que desde aquel día hube de lidiar, hasta mi retiro en la tarde de hoy… Ya, no soy torero, mi querida cubanita, sino un español más que aún te quiere como un torero vestido de luces.

Hoy estoy solo… Aquí te espero como un toro antes de embestir. Sin embargo, hoy sé que tú no llegarás más. Lo dijiste y lo hiciste. Han sido tantos años a los pies de tu devoción que no acepto otra muerte sino la que tú me des en su día a día. ¡Aquí me has herido hoy! (Señala su ingle derecha vendada y ensangrentada.) ¡Gloriosamente!… Cuando creí que tan sólo te tomé para despedirte por pasatiempo como a una puta, debió ser que tu perfume de almizcle, y esa mirada mansa y seductora, me ganaba el lance por una corrida quizá más a muerte que las de mis fiestas. Tú me querías torero, y yo a ti, mi cubanita tostada, “secuestrada de tu libertad.” (Transición). ¿Recuerdas qué te dije que un buen torero nunca hablaba de la muerte, qué ni siquiera se dejaba llevar por ella en sus pensamientos? ¡Sí, es verdad que siempre ronda cerca, que nunca se está a salvo! ¡Sí, es verdad que es así para todos! ¡Para los americanos del norte o para los americanos del sur! Para ti y para mí también… (Transición). Eso, un matador maduro siempre anda toreando… ¡Un matador excepcional es un español excepcional, siempre! Diga lo que diga la gente… en sus burladeros…

Hoy te espero más que nunca. Aunque sé que al fin no llegarás más. Como el toro indefenso que en la bravura de sus últimos bramidos se echa a las tablas a protegerse, así yo me prohíbo el triunfo por tus deseos, al trapo, también míos. No hay más embistes que ir a fornicarte, a la espera de entrar a la suerte de arrimarme a ti, aunque fuera al remate de cualquier otra que me diera el brindis de la tarde, contigo, sin ti. Tu deseo es en mí, mi arrastre y mi paseíllo, al que me entrego con pasión. Eres tú la Verónica que me planta la capa al engaño de nunca empitonarme, sino con la casta valerosa de una figura en las cumbres del toreo. (Transición). ¡Es una pena! Sólo aquella tarde, tal como un solo toro, una sola vez. ¿No es así lo pactado?… Lo sé porque me lo confesaste en tu primera carta, cuando yo ya al saberlo no me impedía creerme a tus pies. ¿No recuerdas cómo fue así lo nuestro?… Ya no me escribes…

Tu hermano Carlo, un grandísimo aficionado histórico de Cuba, nunca admitió a su interés una relación entre tú y yo. Cuando descubrió las cartas, así me casó. Y es que él siempre fue un prevaricador. Mi matrimonio con Lidia fue una fatalidad. La boda multitudinaria y lujosísima. Tú te perdiste en los fondos de Cuba, nunca más volví a recibir noticias. Pero yo estaba al ruedo, sin concesiones. La suerte me consolaba cada noche de éxito con el estrépito de una linda cubanita con la que evocar la suplantación de tu amor. Imposible. Tu hermano Carlo, que trabajaba para mi apoderado, deshonesto, nunca consintió que perdieras tu apuesta… Indoblegable. (Transición). ¡Pero el torero soy yo! Pude decidir que lo despidieran, sólo que preferí esperar a convencerle a mi utilidad. Desafiante. Aunque me arriesgara a descubrir o perder mi parte… ¿Comprendes? (Transición). En este ruedo sólo sé que me pierdo por ti desde hace ya más de treinta años… con la misma mirada en el ojo del alma de aquella tarde, y la misma mirada, aquella noche de abril… mi cubanita tostada…

La pesadumbre del amor ausente me absorbía al solitario encuentro mortal con el toro como único acicate. Víctima de mi propia inquina, el amor, el dolor, y la muerte, que en los chiqueros del coso se nos emplazan a nosotros, por la destreza de un diestro que como semental indultado terciara esta tríada por la impostura de camelarnos como a un animal, una y otra vez, sin descanso… (Transición). ¡A tus pies! ¡Te deseo, mi cubanita tostada! No más bien que aún puedes ganar tu apuesta, así que sean los años de tu decrepitud gloriosos en tu vida a las puertas grandes por las que te despidieras… ¡Sí, aún podemos ganar tu apuesta!… Tu hermano Carlo, que por siempre deberá ser tu hermano Carlo, contra todos mis pronósticos, te cree en Cuba por él. (Transición.) A la hora ésta que habré de dejar los toros…

“… Hace ya seis meses que no veo el albero…” Y más allá de mis mentiras, me bebo la botella para apaciguar las malas artes, al culmen de nuestras intenciones, más allá de nuestros falsos tientos…

“Esta es la suerte que a todos nos toca…”

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la misma suite del mismo hotel, hace veinte años. El está más joven, vistiendo el mismo traje de luces. Sin la herida. No está borracho, ni bebe, ni hay ninguna botella o grabadora.)

 

(A su mujer, LIDIA.) Pues si no quieres ir al campo, no vayas… quédate aquí… ¿Cómo qué no te hago feliz? ¡No empecemos!… Tienes dos niños… ¡No voy a quedarme aquí!… Si no te gusta el campo no haberte casado conmigo, soy un torero… ¡Yo también sufro mucho!… Esto me es insufrible… ¡No me hables más de Verónica! ¡Tú no me hables más de Verónica!… Me cansan tus quejíos… No sólo me casé contigo para olvidar a tu hermana Verónica, sino… Sí, te quiero… ¿Cómo no voy a quererte, después de tantos años, con dos hijos que me has dado?… No, Carlo no importa… Trabaja para mí y hace lo que yo le digo… Mis cartas con Verónica es cosa nuestra… No es más que una apuesta… ¡Por su parte! … Sí, la protejo. ¡Bueno, la deseo…! Porque tú lo digas… La deseo… airosa… Su hermano Carlo nunca lo consintió… ¡nunca lo consintió!… Es su hermanastro, no el tuyo… Nunca permitió que su hermana se enredara en semejante lío… prefería mantenerla oculta y sufriente ante que exponerla a… ¡Tú lo sabes todo! Nunca te he ocultado nada… No me atormentes, por favor… Sécate esas lágrimas… Siempre andas entre penas y lamentos… Me voy al campo, tú quédate si quieres…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la enfermería de la plaza de toros.)

 

(Tras una cogida en la plaza.) (Al MEDICO.) No es nada, doctor… un rasguño… ¡qué se me han reventado los huevos, doctor, y se me ha partido el pijo!… un mal rasguño… Un toro no es nunca un enemigo, ni tampoco un adversario… Nosotros los toreros no somos ni asesinos ni maltratadores, somos artistas, doctor… bailarines de «la danza de la muerte», sin artificios ni disfraces… ¡El toro es la gran celebración de la corrida, su peligro inherente, el tiento de la suerte al encuentro de una fiera y un bailarín que pierde la cabeza ante la muerte inevitable, la muerte presente, que se configura y se expía en esta sabia manera de vivir y morir en el ruedo de la misma vida cotidiana!… El toro es provocado, el torero, inducido por el toro… ¡La muerte está aquí para festejar el triunfo del arte por encima de la misma vida!… ¡La danza de la muerte!… No es nada, doctor… un rasguño… Ahí la ingle… Ahí ya, que casi no duele…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la suite del hotel.) (Vestido de luces con la ingle derecha vendada y ensangrentada.)

 

(Soliloquio.) (Borracho.) (A la botella.) … Hoy me corté la coleta. Treinta años en el ruedo rodando las reses por el albero… ¡Aquí te convoco! Treinta años dedicado a tus enseñanzas… mi cubanita tostada… Esta será la última carta que tú me escribes, esta será la última carta que yo te leo… (Muestra una carta sobre una bandeja de un recibidor.) ¡Así es este juego!… Entre Carlo y yo no hay más que una pelea de gallos sin controversia… Siempre me has mentido, siempre me mintió. Tenerlo cerca fue siempre la baza, la jugada que me permitía defenderme de tus mentiras… de sus mentiras… de vuestras mentiras… ¡Pude despedirle y arrebatarme por ti!… Era prudente desconfiar desde aquella primera noche… ¡Y es que el torero soy yo!

 

(Obscuro y cambio de luces.) (En la suite del hotel.) (Vestido de luces con la ingle derecha vendada y ensangrentada.)

 

(Soliloquio.) (Borracho.) (A la botella.) ¡Quién mal empieza, mal acaba!… Está bien esto de ser un buen torero… Aclamado, al respeto de los aficionados… ¡Mala corrida me tocó a mi último cartel! Sí, los toros son los toros, y otra cosa es… (Transición.) Y es que los toros tienen su sentir en esto del vivir del día a día… Mi cubanita tostada me dio un mal pase… Y entré a caer al trapo sin más tiento que cruzarme el estoconazo hasta la bola… pero un torero español, se muere si se muere, si no se muere no se muere. ¡Aunque sea lo que Dios quiera!… (Transición). Me la jugó… Estaba jugando conmigo, y me la jugó… Sólo nos acostamos una vez, suficiente. Una sola vez para toda la vida, y no hicimos nada… Ella me lo confesó. Se arrepintió y me lo confesó… Se sintió vencida, fuera de juego, y me lo reveló… Había conspirado… no hicimos nada. Me cautivo, y no hicimos nada… Había conspirado para… cautivarme. Y me cautivo. No hicimos nada… pero me lo confesó. Se arrepintió y me lo confesó… vencida, fuera de juego, había conspirado para torearme como a un animal… “Siempre sospeché que tu hermano Carlo, el asistente de mi apoderado, tenía sus intereses…” le dije… “No me pude imaginar el señuelo, no cuando tú me entraste a matar destrozando todo aquel teatro… Así me la jugaste, una vez más… Siempre sospeché que Carlo no era tu hermano, ni tu hermanastro, ni alguna ligazón que te relacionara… Y así te escribí por primera vez. Arrimado a la pasión por poseerte por siempre, intrigado por desvelar tus intenciones… sí, tus intenciones… Siempre sospeché que conspirabas… Tú también conspirabas… Con la misma mirada, mi cubanita tostada, que me dabas la vida entregada en tu devoción.”

… Hoy que me corto la coleta, mi cubanita tostada, me despido de ti. No fue bien mientras duró…

“¿Cuántas noches hemos pasado juntos?” ¡Si pudiera manipular así un recuerdo que me mantuviera junto a ti, lejos de la intrusión!…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En el salón del cortijo.) (Algunos días después de la cogida.) (Viste traje de faena campero.) (Hablando por TELEFONO con DON MARCIAL, su apoderado, paseando de un lado a otro.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

(Al TELEFONO.) Lidia insiste, don Marcial…. Que ahora que me he retirado venda el cortijo y nos vayamos a la ciudad, a Cuba, a La Habana, retirados… ¡Se acabaron los toros!… don Marcial, a mí… No me gusta la idea de ir a La Habana, no ahora… Lo hubiera hecho antes, pero nunca se encartó. No estaba por que los toros me lo permitieran, y por otro lado… don Marcial, la confianza se gana, se forja… ¡Si ella no pudo venir aquí, yo no pude ir allá!… Ese Carlo trabucó nuestra infelicidad… Sí, no descansó en maquinar haciéndonos desdichados. Ella era y es pura, respetuosa, fidedigna… Sí, don Marcial. Carlo su asistente urde y trama como una rata contra sus negocios, aunque tuviera que arremeter agraviando las suertes de sus toreros… Bueno, usted lo habrá hablado con él, pero lo cierto es que nadie que engaña lo hace para mostrar la verdad ni en ninguna de esas oportunidades como propias… Verá, don Marcial, lo que le digo se lo digo de corazón… Ahora que me he retirado, le hago ver que tuve oportunidades extraordinarias con otros apoderados, sin embargo, me mantuve firme con usted… Pues porque no quise cambiar las condiciones de la partida… Carlo me proporcionaba lo que necesitaba sin consentimiento hasta que me descubrió las cartas que le envié a Verónica… Luego supe que se trataba de una estratagema por ambas partes para rescindir así la falsa correspondencia y nuestra relación… Lo supe por Lidia… Me confesó que hablaba por teléfono asiduamente con Verónica… Adiós, don Marcial… Adiós… De acuerdo, ¡estamos en contacto!

 

(Cuelga el TELEFONO.) (Anda hacia un lado y otro, y vuelve a marcar el TELEFONO.)

 

(Hablando con LIDIA, Al TELEFONO.) Lidia, ¿lo has pensado bien?, ¿estás segura?… ¿Regresar a La Habana, en nuestras circunstancias?… Mi rencuentro con Verónica… En ese caso arrendaré el cortijo… El dinero de la renta bastará… Manuel y Bernardín que sigan estudiando… Sí, aquí, en España… Bernardín, pues que despabile… ¡Yo también tuve que empezar! Y no fue fácil… Hoy la fiesta no se lleva, se ve el daño, la sangre, no se ve más. ¡Se ve como de brutos! Y no se ve que arriesgamos la vida frente al toro para dar al clavo con lo que hay, para echar fuera lo que no va… Sí, que una cosa son los toros, y otra distinta… ¿cómo es bullying, así le llaman, bullying?… ¡De toda la vida a los enemigos se les ha llamado por su nombre!… ¿Qué, nos vamos a La Habana? A ti te gustará volver a tu ciudad… ¿Y por qué habría de perder la apuesta Verónica?… No me importa nada… ¡Qué es lo que sabes tú que no me dices!… Carlo ya no trabaja para mí… Tiene otros asuntos… Ni siquiera continúa como asistente de don Marcial… ¿No lo sabías? ¡Es apoderado en México de tres o cuatro promesas en pleno auge! Y tiene incluso sus propios asistentes… ¿Cómo?… ¿marcharnos a México? ¿Has perdido la cabeza?… ¡Qué interés te traes con Carlo!, ¿por qué dices que Verónica perderá su apuesta si nos plantamos en La Habana?… ¿Qué sabes tú de la apuesta de Verónica? ¡Qué es lo que me estás ocultando! ¿Tú también vas a juguetear?… ¡Pues te diré algo, sé que Verónica es clara, no me equivoco!… ¡Yo sé por dónde vienen los toros!… Y me da que tú estás intrigando tanto como el resto… ¡Sí, estoy a la defensa!… No de mis intereses, sino de mis reservas personales, de mi integridad, a la aceptación de mi reparto, no de mis beneficios, sino de la indulgencia que se me colme mía, sin arrebatos comportamentales… ¿Qué te parece?… ¡Son muchas cartas las que le leí ya a Verónica! ¿Sabes? México está bien… ¿Quieres?… ¡Pues iremos a La Habana!

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la suite del hotel.) (Vestido de luces con la ingle derecha vendada y ensangrentada.)

 

(Se dirige al recibidor.) (Alcanza la carta de la bandeja, y abriéndola, la lee.)

 

(Soliloquio.) (Mientras lee una carta.) “Hola, Manolín, mi torerito,… Hace años ya que no nos carteamos… Cuando te casaste con Lidia… Desde entonces nada sabemos ya el uno del otro… Sólo por Carlo o Lidia… ¿Cómo estás? Me gustaría me contaras de ti… Lidia me cuenta que no la amas… Que habéis tenido dos hijos, pero ella dice que no la amas… Yo aún te quiero…” ¡Me cago en la mierda!… “Pero ¿cómo voy a amarte si no estás aquí?…” ¡Son casi veinte años de ausencia! Y aún no hemos olvidado lo que queríamos ayer, ¿verdad?… ¡Te quiero, mi princesita!… ¿cómo podremos sostener la constancia de nuestra relación?, ¿verdad?… “Carlo no fue mi amante, tampoco es nuestro hermano, de Lidia y mío, quise decir… El te hizo creer que yo estaba en Cuba, y tú le hiciste creer que le creías… Cuando descubrió las cartas que nos escribimos como coartada para que no nos delatasen, Carlo, fuera de lo previsible, te hizo creer que me envió a Cuba, sin embargo, no fue así. Mi hermana Lidia, que te prometió el matrimonio, influenciada por Carlo, siempre fue su amante… Mi apuesta con Lidia en realidad la hice con don Marcial…” ¿Con don Marcial, tu apuesta con don Marcial?… ¡Claro, sé que me mientes aquí en todo cuánto cuentas! ¡Lo sé porque lo hemos vivido juntos…! Y sé por qué lo haces, preciosa mía… Sé, cuando me mientes, por qué lo haces, y sé qué me dices, cuando no me dices la verdad, o sólo a medias me la cuentas… “Te revelo todas estas cosas a que tu consideración y tu respeto, los que yo te tengo, mi amor y mi pasión, te lleven a compartir conmigo, los años que nos quedan, desde tu reciente retiro de los ruedos hasta el momento en que halles al fin la paz que todo hombre desea disfrutar, más allá de enredos con gentes descomunales que desprecia desde la envidia de sus derrotas incansables… ¡Nada importa nada ya!…” ¡Son muchos años deseándonos juntos como para echar al arrastre un amor perpetuo!… ¿No es así mi cubanita tostada?… “Los años que estuve aquí, cautivada por Carlo, sin recibir noticias tuyas ni encontrarme contigo bajo amenazas, hube de servir de concubina a don Marcial… ¡y quiera Dios que pierda su apuesta!… Lidia nada sabe de esto, ella me hace en Cuba… Ahora te escribo para saber de ti, y más que nada porque me resulta posible dirigirte esta carta sin que medie nadie que pudiera delatarla, ya retirado tú de los toros y sin la vigilancia de don Marcial… he considerado que fuera viable hacerte llegar estas palabras.”… Don Marcial, mi hombre de confianza… ¿un desleal conspirador?… ¡nunca lo pude sospechar!…  ¿qué me tratas de prevenir, sobre qué me quieres proteger?… ¡No lo puedo creer!… “Te espero pronto, tu Verónica.” ¡Y tan pronto, qué aquí embisten ya los toros por el callejón, mi princesa! “Cuídate de Carlo, está al acecho.”

¡Ese Carlo es un tarugo!… Pronto nada nos separará, mi cubanita tostada…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la suite del hotel.) (Vestido de luces con la ingle derecha vendada y ensangrentada.)

 

(Soliloquio.) (Dispuesto a escribir una carta.) (Reflexionando.) (Jugueteando con el papel y el bolígrafo.) ¡Qué fuera lo que fuera! ¿Por qué ahora? ¡Ya, es el momento de poner la carne en el asador, ¿no es así?!… A toro pasado… ¿Qué más da una apuesta ahora que necesitamos concluir nuestros asertos?… Es más, desde el día de mi boda con Lidia supe que no pudo haber apuesta alguna que considerar… Lidia me lo confeso… “Es un entramado de don Marcial para que desconfíes de Verónica, para crear incertidumbre entre nosotros…” Naturalmente, en este momento no le creí… No había motivo alguno para pensar que don Marcial tuviera interés por poner tierra por delante entre tú y yo… reticencias y suspicacias… ¿No es así? (Transición.) Lo cierto es que sé que logra que piense que mientes… Carlo es tu amante, y si encuentra esta carta te matará… lo que no sé aún es por qué lo haces… no sé aún qué tramarás ni cómo te defenderás… no sé por qué me mientes cuando me quieres… porque sé que me quieres… no sé qué tratas de ocultar… no sé de lo que me tratas de proteger… Sé que tu hermana Lidia fue amante de don Marcial… durante años… don Marcial me proporcionaba cada noche una mulatita cada cual más preciosa una que otra, como tú, o ella… Lidia se ofuscó… Se confesó a don Marcial, y a su lamento, no lo pudieron resistir… y se enredaron. Luego, don Marcial dejó de proporcionarme mulatitas y me recompuso el matrimonio. Así es don Marcial. Entonces apareciste otra vez tú, en secreto… Pagábamos el precio de estar juntos acostándote con Carlo… Ahora él está en México… Y puedo suponerme que tú también… ¡Esperándome! (Transición). En cuanto a tu hermana Lidia vive en una burbuja… no se entera de nada… desea regresar a La Habana… dice que habla contigo por teléfono a menudo, y que esto le reconforta profundamente, que le mantiene dispuesta a sus quehaceres… Ella tiene pasaporte español, tú lo has desechado manteniéndote fiel a Carlo y a todos sus intrincados… Creo que sí, que me amas, tal como yo… que no te han salido las cosas como hubieras deseado… que te hubieran deportado y tomado represalias si incumplías tus cometidos como ciudadana de Cuba, de tal modo que has temido a tus triunfos por encima de ser la mejor candidata para lograr tus éxitos personales… Te quiere, tu torerito español…

Eso es, así, en esos términos… (Comienza a escribir la carta.)

“… Sin embargo, esto que te diré no sólo no te lo voy a reconocer, sino que haré cuanto pueda por evitar que nadie pudiera llegar a tenerlo en cuenta ni con la imaginación… Ahora, sigue bien estas instrucciones…”

 

(Desecha la carta, y comienza a escribirla de nuevo.)

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En la enfermería de la plaza de toros.)

 

(Tras una cogida en la plaza.) (Al MEDICO.) ¡Ya, doctor, ya! Ya doler, doler, no duele… Dígame usted, doctor… Le comprendo… Me retiro de los toros, ¿no es así? (Transición). Todos los sueños rotos… No quiero que se entere de esto nadie, doctor. Usted no de parte de esto a nadie, ni mi apoderado, ni a mi mujer, ni a la prensa, ni a nadie. Usted cumpla con su secreto profesional… Una mala cogida, y punto… Ahora salga, y dígale a mi mujer que entre… Lo que tenga que hablar, háblelo conmigo… ¡Ahora lo hablamos! (Transición) (A LIDIA, su mujer.) ¡Hola Lidia! Tengo algo que confesarte… voy a confesarte… que recibí noticias de Verónica… ¡Porque me da la gana!… Porque te aprecio… porque tú también hablas con ella muchas veces… ¿Qué no es verdad?… ¿y por qué me has mentido?… ¡Ganar la apuesta… no hay ninguna apuesta!… ¿por qué me has mentido?… A esto entonces es verdad que tú y don Marcial hicisteis una apuesta… ¡cómo becerros cornudos!… Claro que no… es que tú has ganado, ¿no es cierto?… ¡Me reconquistaste antes de mi última corrida, ¿no es así?! Lo que no sabes es qué yo lo sé y qué sé por qué has ganado… (Transición). ¡Aquí el torero soy yo!… (Transición). No, no sé por qué has ganado… ¿cómo voy a saber por qué has ganado la apuesta?… ¿Una apuesta fantasma, imaginaria?… Pues no lo sé… Sólo tú puedes alcanzar a saberlo, y demostrarlo así como se demuestran las gestas sin artimañas… ¿Y don Marcial, porque no lo sabe don Marcial?… Hablé con don Marcial… menos mal que hable con don Marcial, ¡sino no me entero de tus falsedades…! (Transición.) ¡No, no, no me irrito! Tú no sabes nada, nada… vives en una burbuja… ¿Sabes? ¡Ganaste tu apuesta porque Carlo la inventó!… Sí, como una mentira más entre tantas para propiciar vuestra deserción a México… Sólo que tú no lo deseas, y lo que no sabéis todos, seáis quienes seáis, es que finalmente… ¡pues vais a perder!… Sí, sí… Escucha, escúchame… Tu hermana Verónica y tú amáis al mismo hombre, y las dos estáis en manos del poder del mismo apoderado. ¿Comprendes qué te digo?

¡Ahora, salte! Y dile al doctor que entre. Tengo que hablar un asunto a solas con él…

(Al MEDICO.) Doctor, el pitón ha hecho daño… usted ahora en su hospital haga lo que pueda… reduzca los dolores, las molestias… ¿Qué está usted informado?… Como le digo, usted no se preocupe, haga lo que pueda en el hospital, pero prepáreme para esa intervención que me dice de La Habana… Si hay un tratamiento y una operación efectivos en Cuba, se dispone a solicitar la asistencia, y usted aquí se encarga de los preparatorios… En todo caso, recuerde que este asunto se trata bajo estricto secreto profesional… Lo que tenga que decir, dígamelo sólo a mí…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje preparado.) (Viste traje de chaqueta común.) (Hablando por TELEFONO con DON MARCIAL, su apoderado, paseando de un lado a otro.) (Llora.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

(Al TELEFONO.) Lo siento mucho, don Marcial… Lo siento mucho… usted es para mí… usted ya sabe que mi padre murió en el ruedo, ¡matando toros!… usted es para mí como un padre, don Marcial… todos estos sucesos… ¡Esto es lamentable, don Marcial!… No puedo decir que no haya querido a mi mujer, pero no he sido bueno… don Marcial, a estas alturas ya, todo puede ser posible… cada cual a su manera sabe, lo suyo… Sí, le comprendo… sé que usted no me proporcionaba las mulatas para alejarme de mi esposa… yo lo sé, sé que usted me rendía aprecio, consideración… don Marcial, dígame la verdad… mis hijos, ¿son suyos?… Pudieran serlo, ¿no?… ¿De Carlo?… Y eso, ¿cómo es, don Marcial?… ¿qué no me preocupe de eso ahora, por qué, don Marcial? ¡Son mis hijos!… Ya, le comprendo… ser lo son… sí, es verdad… ¿cómo sabe usted que me marcho a La Habana?… ¡Qué se lo ha dicho Verónica!… Sí, hablé por teléfono, ¿usted también?… Sí, sí lo sé. En México… Pues en La Habana me reencontraré con todas las mulatitas que me proporcionó… Sí, nunca lo he pensado… ¿Y si ahora resultase que mis hijos están en Cuba y que estos dos son de usted?… ¡Digo resultase, don Marcial! Por favor, por resultar, todo puede resultar ya… Bueno, si usted lo dice… ¿Le digo lo que creo? Pues que aquí estamos todos cada uno en su burbuja, y nadie sabe nada sino nada más que cree saber lo suyo… Lo que hizo y lo que no hizo, lo que dijo y lo que no dijo… y ahí vamos a recomponer lo descompuesto… Adiós, don Marcial… ¡estamos en contacto!

¿Cómo, que tome una estrategia? ¿Qué analice los hechos y actúe en consecuencia?… ¿Qué quiere decirme, don Marcial?…

¿Pobre España, por qué, don Marcial?… Sí, sí, claro que le entiendo… ¿cómo no le voy a entender yo a usted?… Sí, sí, le oigo… Le oigo perfectamente, don Marcial…

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje preparado.) (Viste traje de chaqueta común.) (Hablando por TELEFONO con VERONICA.) (Animoso, risueño.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

(Al TELEFONO.) Verónica… Soy Manolín Sevillas… el torero español… ¡Qué bueno escucharte la voz, princesa mía!… ¿Qué tal va?… ¡Estoy bien, una mala cogida,… tan sólo un rasguño!… Recibí tu carta, ¿leíste la mía?… No estoy tan equivocado… Claro, que lo sé… He imaginado que mentías intencionadamente… Sí, y sé por qué lo haces… no quieres intromisiones… ¿Cómo es eso qué me dices que Lidia no es tu hermana? A ver, explícate… ¡Claro que Lidia es tu hermana, ¿por qué mientes?!… Sabes que tengo toda mi fe depositada en ti… todo mi amor también… Sí, pues sí lo creo… Claro que sí, que Carlo te ama… Siempre te ha amado, y siempre te protegerá cuanto pueda, de mí… Sí, es verdad, aquí el torero soy yo… Entonces, es cierto… nunca hubo ninguna apuesta, no era más que un entramado para mantenernos alerta a unos de otros… pero no fue don Marcial quien inventó ese bulo, ¿verdad?… Ya, Carlo… ¡Carlo te ama tanto a ti como a Lidia!… No es vuestro hermano… también lo sé… ¡Envidia todas mis posesiones, todas mis pertenencias! El sólo desea lo que es mío… una vez arrebatado, lo rehúsa… (Transición.) ¿Estás en México con Carlo, no es verdad?… ¡Y te has casado con él! Una boda sorpresa… en Veracruz… ¿me equivoco?… ¿Por qué me amas?… ¡Qué es lo quieres de mí! A veces no puedo soportar el tormento que me causan tus… inconsecuencias… Don Marcial es como un padre para mí, sé y le conozco todos sus devaneos… son para mí plácidos otorgamientos a quien me los ha procurado a mí mismo también con el mismo fervor… aquí no hay secretos, aquí no hay engaños, ni los pudiera haber… Sí, lo sé… Manuel y Bernardín no son hijos míos… Quizá de Carlo, o de don Marcial… Tu hermana Lidia… que ahora me revela decir no serlo… ha saltado bien alto… con esos llantos suyos y esas morisquetas… se ha hecho participar de las mejores escenitas del espectáculo… No, escúchame, Verónica… cuando me mientes me haces estremecerme como si hubiera de salir al ruedo, al momento… ¡Me importa poco el pasado ya!… ¡Todos hemos ido a buscar lo nuestro! Tú y Lidia, Carlo y don Marcial… Sí, eso es verdad… lo sé… Me habéis amado siempre a mí, seáis o no hermanas… Ahora, escúchame… escúchame, Verónica… recibirás una carta mía, pronto… Y no te preocupes por nada… esquiva cuanto se manifiesta contra ti, contra nosotros… Tú no hagas demasiado caso, no muestres demasiado interés… como de costumbre lee entrelineas, extrae sólo lo que puedas… es más, no me he expresado ni con finura, ni con precisión, en tanto que, si cayera en manos de extraños, no pudieran llegar a entender nada, ¿me comprendes?… La carta viaja por privado en un medio seguro… La recibirás mañana… Tú, cumple las instrucciones… si alguien la interceptara, no temas… tú, cumple las instrucciones, de todas, todas… ¡y léeme con prudencia!

 

(Cambio de luces.)

 

(En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje preparado.) (Viste traje de chaqueta común.) (Borracho.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

(soliloquio.) (A la botella.) Eres un cabrón, Carlo… urdiste contra mí, utilizaste a don Marcial… enredaste a Verónica y Lidia… ¡Todo contra la furia que me padeces!… ¡Tú no amas a estas mujeres!… De hecho, entregaste a Lidia a don Marcial… con tal de disponer de Verónica, precisamente de Verónica, la que sabes que nos amamos… Pero te salió mal… Lidia se enredó con don Marcial como una yedra… y perduró la relación… don Marcial me proporcionaba mulatitas, mientras tú te liabas con Verónica, a sabiendas que era a mí a quien deseaba… Eres un cabrón, Carlo… ¿Sabes una cosa?, estuvimos años acostándonos juntos sin que lo supieras… ¡Te vas a enterar! ¡Verás cuándo te enteres!… ¡Aquí el torero soy yo, no lo desaprecies!… Nuestras cartas estaban trucadas… igual que tu apuesta… Aquí lo que sucede, Carlo, es que has extorsionado tanto a Lidia como a Verónica como si se tratase del trato a clientes para los negocios de tu empresa… Y don Marcial cedió a las peticiones y rogativas de Lidia… Le mostró las conveniencias para dedicarse, muy en secreto, a sus mulatitas… ¡Para ti sólo he sido el torero que te proporcionaba tus bienes y tus pertenencias, el fastuoso tren de tu vida!… ¡Los rencorosos celos por no ser tú la figura!… ¿Y sabes qué pasa? A pesar de todos los desencuentros, a pesar de todas las devoluciones, rechazos o falsas y fatales entregas, siempre he salido victorioso… ¿y sabes por qué?… Porque estas mujeres me aman, y enredan lo que hubiera que complicar y enmarañar con tal de proporcionar oportunidades a nuestro amor… Eres un cabrón, Carlo… te marchaste a México llevándote a Verónica contigo contra su voluntad… la volviste a intimidar con tus asuntos con la embajada… la implicaste en tus asuntos con México… eres un mal agente, un mal espía, al que nada le importan los asuntos de Cuba ni los de sus destinos… le has engañado, Carlo… como a una chota… le has dicho que preparas un documento sobre tauromaquia para el Estado Cubano… sabes bien que en realidad estás elaborando una tesis sobre la muerte en la cultura hispana y precolombina… ¿Cómo te quedas? ¡Ya te digo que aquí el torero español soy yo!… ¡Tú te has casado con Verónica en Veracruz, pero esa boda no vale nada!… No podrás ni replicar, Carlo, ni replicar… ¿No te será apetecible entonces volver con Lidia?… ¿Por qué no hablas con don Marcial y hacéis un nuevo apaño?… ¡Porque no te vas a quedar quieto, ¿verdad, cabrón?!… ¡Pero te lo quedarás!

 

(Cambio de luces.)

 

(En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje preparado.) (Viste traje de chaqueta común.) (Hablando por TELEFONO con el CONTESTADOR AUTOMÁTICO DE DON MARCIAL, su apoderado, paseando de un lado a otro.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

Hola, don Marcial… Soy Manolín Sevillas… Le llamo para comunicarle que Lidia y yo marchamos a La Habana… Sé que usted esperaba que su concubina lo hiciera a México, y que desde allí, a través de Carlo, se reencontrara en Brasil con usted donde comenzarían una nueva vida, lejos de su honorable mujer Blanca, lejos de mí… sólo que no ha contado con que ella a quien ama… es a mí… Y ella me seguirá donde yo quiera, y cuando yo quiera… Lidia le miente cuando habla de nuestros hijos… no quiere más que llevar la crispación al último término, para luego mostrar la diafanidad de su amor… (Transición.) Manuel y Bernardín son hijos míos… Lo siento, don Marcial… Ella lo jura y lo perjura, y me lo demuestra con su corazón… con la insistente manifestación de sus sentimientos, sin maniobras argumentales… ¡Yo sé qué no miente, no es sólo que lo crea!… Ella me dice la verdad, convincente, incuestionable… Lo sé hasta por su hermana Verónica… Ellas hablan a menudo por teléfono, no sé si lo sabía… En cuanto a Carlo sólo piensa en sus propias conveniencias, en su propia codicia… No descansa por sustraerme lo mío, sino que no le importa un mínimo traicionarle a usted tampoco, con tal de que pueda obtener la satisfacción de sus caprichosas ambiciones… Ahora está en México, usted lo sabe, está auspiciado por usted… Ha desposado con Verónica, y tiene a su cargo algunas de las mejores figuras del toreo mexicano… ¡El plan estaba claro!… Una vez que me retirara ocuparíais bien vuestros puestos, y usted ganaría su apuesta con Carlo… ¡Eso sí, si el plan funcionara!… En todo caso, así, siempre habría algo que ganar y algo que perder, pues Carlo habría ganado ya su traslado a México, al menos como prestigioso apoderado… porque… en cuanto a lo demás… el perdedor ya habría proporcionado demasiadas victorias… ¡O sea, un servidor! (Transición.) ¡Pero han olvidado que el torero soy yo!… Y ellas me quieren a mí, las dos… no les importa reconocerlo y compartirme… Sin embargo, usted, don Marcial, y Carlo, con sus estratagemas mercantiles, llegaron muy lejos… el Estado de Cuba fue defraudado por las corruptas confabulaciones de Carlo, que le prometió a usted una corrida en La Habana y el negocio del toreo en la isla cuando las cosas cambiasen… pero las cosas no cambiaran, don Marcial… y aún menos en ese sentido… usted ha sido víctima de las mentiras de Carlo, que juega a lo que más le gusta… ¿no quiso usted pensar en términos empresariales?… ¿no pretendió abastecerse desde los insuperables planes maestros de su enriquecedor negocio?… ¡Ha jugado usted en la cuna de la osamenta, don Marcial! Y su cornada le ha revoleado por los aires… Debe usted también saber que he anulado el matrimonio de Carlo con Verónica… mis contactos me permiten esto, y quizá mucho más… supongo que, puesto así el argumento a esta hora, le resulte una grata noticia, lo que no sé es si le agradará saber, a la medida de sus intereses, que Verónica y yo contraeremos matrimonio en La Habana… ¡Cómo oye, don Marcial! Es así que sucede que tanto Verónica como Lidia serán mis mujeres, pues el estado de Cuba me otorga este permiso por meritoriaje… Esto es… me permite la bigamia porque como ciudadano extranjero he desentramado una célula de contraespionaje promulgada por Carlo, cuyo nombre real es Edmundo Salazar Guerrero… ¡Todo tiene un precio, don Marcial!… como a usted le gusta… (Transición.) (Llora atormentado, rabioso.) Esto no es nada fácil para mí, don Marcial… Usted ha sido para mí como un padre, y sin embargo… ¡me ha tratado como a un fantoche! Yo le he guardado todo mi respeto… y mi cariño… fraternal… ¡Usted me ha utilizado hasta el punto de congratularse en sus éxitos, sin corresponder a los míos!… Siempre estuve dispuesto a servirle en todo cuanto usted dispusiera… para mí era un regocijo… sentirme admirado por su atención era la más suculenta recompensa que se pudiera obtener… Usted no ha sido para mí bueno, don Marcial… ha caído en mis penalidades, en mi reprobación… (Reponiéndose.) Don Marcial, antes de que se agote el tiempo de la grabadora, me gustaría decirle que no es para mí fácil manifestarle que estoy pensando en mí y sólo en mí por primera vez… a lo largo de todos estos años espero que comprenda que le dejo en una situación ejemplar a usted con su esposa Blanca y sus tres hijos… No le niego, don Marcial, que, en un futuro, reanude con usted la amistad que nos une, y los tiempos que debemos dar por perdidos… Así que, don Marcial, ¡hasta pronto!

 

(Cambio de luces.)

 

(En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje preparado.) (Viste traje de chaqueta común.) (Hablando por TELEFONO con EL MEDICO.) (Renquea de la pierna derecha.)

 

¿Doctor Franca?… Buenas tardes… Atiéndame, por favor… Es muy importante lo que voy a decirle… Tome buena cuenta de los detalles… Verónica, Lidia y un servidor, vamos a contraer matrimonio en Rabat… naturalmente el Estado de Cuba no va a proporcionarnos ningún tipo de permiso meritorio por ninguna razón, contra lo que se promulgará… No haga caso a estas habladurías… En todo caso, sí que me proporcionará el tratamiento y la cirugía necesaria para superar mi comprometida cogida… ¡esto es más que suficiente!… Gracias a usted, doctor… ¡A usted! Luego marcharemos a Brasil donde nos instalaremos… ¡Eso es! Ahora resulta comprensible, ¿verdad?… No así atienda a mis indicaciones, como amigo le sugiero lo comunique público, así como le voy a dar a entender… usted acójase en principio a su secreto profesional… Le enviaré dinero desde Rabat, no lo tenga en duda… Carlo, cuyo nombre real es Edmundo Salazar Guerrero, ha sido detectado por los servicios de inteligencia del gobierno cubano, que ha solicitado su extradición a través de la embajada al gobierno de México, por delitos contra la salud y la seguridad nacional… sus días están contados… Sobre Verónica y Lidia nada hay entre ellas, más que son hermanas por parte de madre, y comparten el mismo segundo apellido, que hasta ahora ellas ocultaban y no usaban como si fueran hijas extramatrimoniales y no necesariamente hermanas, y así proteger el nombre de su promiscua e importante madre de la sociedad cubana… Por lo que concierne a don Marcial me alegro que perdiera su apuesta, sólo que ésta ahora no va a encontrar receptor…. Ya me entenderá… (Transición). Recuerde, doctor, que debe hacer pública esta información quince días después contados desde mañana… No olvide ningún detalle… Probablemente, por aquel entonces, nadie le creerá, pero usted insista en sostener su comunicado… (Transición). ¡Hasta pronto, doctor!… ¿cómo?… Sí, claro que sí… contaré con usted, no se preocupe… Le enviaré dinero desde Rabat.

 

(Cuelga El TELEFONO.)

 

(Cambio de luces.)

 

(Se dirige a la puerta de salida del salón del cortijo.) (Porta las maletas.) (Se vira a contemplar la estancia.)

 

… “Es haber vivido aquí lo que más allá pudiera ser por siempre la indómita muerte… es así como la vida se compromete a superar los embates de la innombrable… un toro y un torero, muestra en el ruedo de lo que somos sin otros remilgos que los imposten… ¡Sí, a ver cuándo prohíben a los toreros y sus cuadrillas!… porque a los toros, ya… ¡es cosa de irlos toreando!”

 

(Obscuro.) (Luces.) (Nadie en escena.)

 

(Obscuro.)

 

(Luces.) (En el salón del cortijo.) (Tiene una maleta y el equipaje a las puertas de salida del salón del cortijo.) (Viste traje de chaqueta común.) (Hablando por TELEFONO.)

 

… No pueden ustedes hacerme esto, por favor… si me suspenden la operación estoy acabado, ¿no lo comprenden?… ¡No creo que lo merezca!… Por favor… Ya le he dicho que no lo hice voluntariamente… ¡Puede hablar con todas ellas! Las traté con respeto… Sí, claro que comprendo… ¡Pero no fue un abuso, no soy un proxeneta!… Ya le digo que me extorsionaron… Pero ¿qué me está diciendo, por favor?… ¡Verónica es la mujer que amo!… ¿pero cómo puede ser eso?…¡No puede ser cierto…! ¡Exijo responsabilidades!… Verónica Sastre Galván será una agente de los servicios de inteligencia de Cuba, de acuerdo… ¡De acuerdo, sí, tendrá su propio nombre!… Pero, aunque Verónica Sastre Galván no responda a este titular, aunque como usted me dice, sirva como teniente en los servicios secretos… ¡no me pueden cancelar la operación! Es vital para mí ese tratamiento y esa cirugía, ¿me comprende?… Oiga, mi mujer es cubana… tenemos dos hijos… hasta ahora la he creído hermana de la supuesta Verónica, aunque a veces me lo hicieran dudar… ¡Usted no sabe lo que me espera, señor, si no logro esa asistencia médica!… Verá, he protegido al pueblo cubano, lo he amparado con profusión… ¡Pues esos informes son falsos! Yo no abusé de esas mujeres, sí, sí me acosté con ellas… ¡Fui inducido!… Oiga, mire usted, yo sólo quiero que me operen… si necesitan más dinero, dígamelo… por eso no hay problema… ¿Y no se puede apelar? Los tribunales a veces admiten apelación… Comprendo… ¡pero no creo que me lo merezca! (Cuelga El TELEFONO.)

 

(Cambio de luces.) (Obscuro.)

 

(Se dirige al proscenio, a su lateral derecho vista desde el público.) (Un haz luminoso cubre su figura.)

 

(Declama en neutro con lágrimas amargas.)

 

“Con la misma mirada… aquella tarde en mi recuerdo frente a la muerte, mi primera vez… contigo, ese día… contigo, como con nadie… el día de mi primera vez… (Transición). No sólo no te lo voy a reconocer, sino que haré cuanto pueda por evitar que nadie pudiera llegar a tenerlo en cuenta ni con la imaginación… Esa misma mirada mansa que el toro bravo me lanzaba a entregarse… Tú, mi cubanita tostada. Sólo aquella tarde en mi recuerdo aún te siento la hembra, el trofeo que duró mi coleta… No sólo no te lo voy a reconocer, sino que te demostraré que nadie puede llegar a saberlo.

Aquella tarde que te poseí un poco más allá de los límites en los que se aman un torero y una admiradora, comprendí pronto que en esta plaza sería yo quien fuera el admirador… a pesar de que nuestro encuentro no pasaba de ser una recompensa de mi apoderado… armé el taco… Una faena triunfal a hombros por la puerta grande… así me recibía la plaza mi alternativa como matador… así me rendí como un choto a tus pies… para no separarme de tu gracia nunca más… Y así sabes o debes saber que son muchos toros los que desde aquel día hube de lidiar, hasta mi retiro en la tarde de hoy… Ya, no soy torero, mi querida cubanita, sino un español más que aún te quiere como un torero vestido de luces.

Hoy estoy solo… Aquí te espero como un toro antes de embestir. Sin embargo, hoy sé que tú no llegarás más. Lo dijiste y lo hiciste. Han sido tantos años a los pies de tu devoción que no acepto otra muerte sino la que tú me des en su día a día. ¡Aquí me has herido hoy!”

 

(Obscuro.)

 

(Luces en todo el escenario.) (Entra desde el bastidor a saludar.)

 

 

FIN DE LA OBRA

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