EL ENTIERRO DE TESPIS (STORYTELLING)

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NAYTYA-VEDA

(AUDIO)

 

EL ENTIERRO DE TESPIS (COMPLETA)

(TEXTO)

 

(Al ritmo de pífanos y tambores).

 

Yo, Tespis, en el octavo día de la Creación, día de mi muerte, imploro al Dios Sempiterno, Uno y Trino, mi enterramiento en el drama del ciclo de la vida eterna. Así sea que no sea que se incumpla el drama del designio de la Humanidad.

He aquí que os congrego a todas las tribus de Israel a comparecer ante todo altar en la petición de la exaltación de la eudaimonia para la completitud de los pueblos conformantes del mundo:

“Así como el dios Apolo surca del oriente al occidente los confines de la tierra en su carro alado para diferenciar el drama del día de la noche sobre la humanidad, yo me tomé a la hora de mis exequias, el alumbramiento divino de retomar el drama de mi descenso a mis avernos, impulsado por la furia de dos torvos caballos platónicos al carruaje, que por la gloria de mi devota Astaroth en su suplicio naval, invertí hacia las montañas del Olimpo en compañía de unos tantos sátiros músicos y atletas, oficiantes del drama de las pompas de éste mi sepelio.”

“Yo, Tespis, en el octavo día de la Creación, día del drama de mi muerte, víspera del día de la noche de la extinción de los dioses, suplico de la humanidad el drama de mi eudaimonia. Así como el octavo sol que me alumbra me proporciona clarividencia y lucidez al entendimiento de la menesterosidad que los hombres padecemos a la clarividencia y lucidez del drama de nuestro entendimiento sobre las cosas propias y divinas, así imploro la consagración del drama de los misterios de estos festejos eleusíacos, que a la muerte, tanto dioses como mortales ofrendamos al honor de la sempiterna resurrección. No hay para mí, en este dadivoso día mío, mayor alabanza ante el drama de mi último trago del Kykeon, hálito de la vida, que reparar los crasos errores perpetrados por la temeraria humanidad, en su deseo de confrontar el drama de la muerte como una celebración trágica, obscura e incomprensible. Aquí el drama de la ofrenda al barquero Caronte por la que pone rumbo en su carreta naval a nuestro cuerpo sin órganos a través de los mares al drama del destino del alma en el reino subterráneo de la Estigia, Yo, Tespis, en éste mi día, al servicio del drama de mi hieródula electa o así en compañía de ésta mi venerable diosa Astoret, me dispongo a remontar el drama de su travesía desde los adentros de las orillas de los mares, al surco de los ríos, valles, y sobre las cimas de las montañas sacras, por la que invertir el drama de mi iniciación sacerdotal a la consigna en sucesión al drama del ocaso de los dioses y sus subsecuentes deposiciones de la inmortalidad, cita aquí, donde la excitada multitud humana vitupera el drama de un nuevo cántico hierofántico, que me resuena a mí, Tespis, en el drama de mis revelaciones kármicas, como una instrucción órfica del drama de estos rituales profanados a la eudaimonia.

Así sean las aguas del Aqueronte por las que me habré de sumergir inmerso con mi votivo carnaval, guías y testigos en sus cursos del drama del ritual a mi ascensión al Olimpo, que en mi odisea, dispongo en heredad para el drama de la completud de generaciones de ésta nuestra nueva humanidad del mañana.”

 

“Seas pues así, Tú, venerado Azrael, arcángel que me asistes a mi hora de concluir con el drama de mi suerte mía, que ya al punto consuma su partida al drama de la despedida de la eludida tragedia bacanal, que como el drama de la vida, riges, Tú, auriga psicopompo del carruaje fúnebre, que desde el drama de mis primeros días bajo la luminaria divina sobre la Tierra de los hombres, los dioses, los héroes y los Santos, asistes contra el drama de la furia infernal del mortuorio Tártaro en su expansión por los recovecos de la completitud de la creación divina.”

 

*

 

Fuera a sí que fuere en el drama de su primer día, el hombre modelado a imagen y semejanza del primero de los dioses innombrables, Yahveh, tal que artista demiúrgico del drama de la insuflación de la voluntad del hálito de vida o pranayama y la consumación mortífera en el drama de una existencia mundanal, tal cual así sus hijos descendientes y todas sus proles se forjaran el drama de una obra en su albedrío con un mismo destino y suerte, que al desembocar siempre irresolublemente airosos tras la heroica batalla a la libranza de sus días, perpetrara así el combate contra el drama de las extensibles sombras de los infiernos más profundos de todos los avernos del Hades, extintos e insidiosos, estos, al drama de la redención de las almas derrotadas por la muerte final. He aquí que Yo, Tespis, en el octavo día de la Creación, día del drama de mi muerte, víspera del día de la noche del ocaso de los dioses, imploro la salvedad divina al panteón de héroes y santos mortales por el drama de mis imprudencias en concertar denuedos sobre el drama de la implacable debilidad humana ante su eudaimonia. Es así que al punto en que así invierto el drama de las ofrendas y holocaustos en su celebración a la diosa Yemanyá de los mares para atender el drama de los asuntos de los hombres y mujeres, que habitan la tierra, y en su heredad, toman asiento fúnebre en ella hasta la liberación final.

Así como he logrado transfigurar el drama del hieródulo en su mismo dios, Yo, Tespis, en el octavo día de la Creación, doy constancia del inicio del drama en las vísperas de la extinción de los dioses. Así la tragedia me asiste en la bacanal al culminar el drama de la expiación con la oblación del chivo expiatorio. El theatron se reúne aquí a presenciar el drama de mis primeros sermones, que los dioses invocados exponen sobre el drama de su revocación a la inmortalidad. Dioses y semidioses con todos sus panteones se preservan ante una nueva era sobre el drama de una humanidad redimida en su mortalidad hacia la convivencia eterna. El ditirambo dionisíaco al canto del evohé celebra la eudaimonia, y su cortejo téspico se adentra en comitiva sobre la intemperie eludiendo las aguas sacrificiales de los mares a su festejo por las tribus de los hombres y todos los pueblos de la tierra conocida de Israel. Así es que el drama del enterramiento de los ataúdes de todo mortal inicia su periplo más allá de los dramas téspicos remontados en los carros navales a la celebración del drama de la ultratumba sobre los ritos y sus sarcófagos o mausoleos funerarios a la expectación del drama de la muerte anunciada a dioses y semidioses, y a toda creatura humana que tomara voto al drama de una nueva vida eterna.

 

*

 

Así, Yo, Tespis, declaro que una vez que el drama de la noche del aquelarre, que celebra el drama de la gozosa rendición humana y divina al drama de la insatisfacción de los deseos irracionales del cuerpo y el alma, se ofrece a la partición del rencuentro con el drama del carnaval en su revocación a la expiración del drama de las afecciones por los deseos irracionales del cuerpo y el alma, instauro ritual y ceremonia por la que oficiar el drama de la exultación de la sanación y renunciación a los males contraídos en la peripecia del drama de la humanidad y sus dioses y panteones a claudicar. Es así, que Yo, Tespis, en el octavo día de la Creación, día del drama de mi muerte, víspera del día de la noche de la extinción de los dioses, imploro al Dios Sempiterno, Uno y Trino, la bula de perecer en el drama del intento de enfrentar la muerte sin implicaciones dramáticas: “He aquí pues mi cabalgadura impulsada por la furia de dos torvos caballos platónicos que en el drama de la compañía de unos tantos sátiros músicos y atletas, oficiantes del drama de estos sepelios trágicos y cómicos, inician el drama de la horda de actores que extenderán el drama de la gracia de una misiva mesiánica sobre el drama de la esperanza de la redención a una mortalidad execrable. Aquí, Yo, Tespis, concelebro el drama de estos actos.”

 

*

 

“Dado así el Sol de Oriente que anuncia el día del amanecer divino y humano, siempre diligente en su renovación, como la estrella de David anuncia la invocación a la taumaturgia sobre los Alquimistas del Oriente, en su viaje al portal del redentor, el hijo del hombre en su transubstanciación se eleva a hijo de Dios. He aquí que el Mesías una vez convocado y personificado ofrece la reconciliación con los males como antagonismo a la eudaimonia. Es el hombre hecho Dios que representa la metáfora del ocaso y la muerte de los dioses y sus panteones, y la divinización humana.

 

Así, Yo, Tespis, inscribo el teatro en la paganización sobre los asuntos civiles, que al amor y la muerte y otras pasiones que me abordan aun en estos momentos de mi partida a la transubstanciación de mis cuerpos en alma eterna expectante, sobre el transcurrir de los hechos de la tragedia humana, que en su acción devela la necesidad de ofrendar la ilusión a una mise-en-scène, se retrotrae así de una perorata proclamada por dioses inmortales o monsergas proféticas para una eternidad paradisíaca. Sea pues que, el teatro, comienza a la salvedad del día de mi muerte en la noche del ocaso de los dioses. Así Yahveh y su séquito de ángeles ocupan los últimos asientos distinguidos, y los asistentes todos que participan de este momo obtienen el beneplácito divino a las reglas de su conocimiento y otros dogmas que en exigencia acatar.”

 

*

 

Yo, Tespis, que remonto el carro naval hacia los montes, imploro a la palabra, que el mágico artificio de la heka no irrumpa a la potencia del drama. Así que sean los oficios religiosos en sus correligionarios la celebración de sus creencias en la sustancia de la eudaimonia, así sean las celebraciones de las grandes dionisias como exultación de la humana heroicidad. Yo, Tespis, imploro a la palabra una rendición a la aversión que inmuniza la locura como sacrilegio de insensatez discordante. Sea que la regencia de la inspiración a la parábola mediática, exposición profética de la misma manera que se transfieren sus enunciaciones, como oportunidades metafóricas a otras revisiones de la revelación de la idiosincrasia divina, que se refracta en la iluminaria de los versos, y profecías, de los poetas electos al amparo de la heka de sus oficios religiosos, obtenga así aquí del drama los gestos adyacentes completivos a la dilucidación del enmascaramiento humano, y su naturalización, por medio de un trance mediúmnico, y su katarsis, que reúnen para la purificación hacia una misma oración. Sea así la eudaimonia la única de las inamovibles formas, que en su intangibilidad, se aprecia como el condimento imprescindible a su deleitable ingesta. Sea así pues la tragedia y la comedia liberadas en su trascripción del acoso de la temeridad a que la palabra ocupe el significado de los mensajes divinos. Ahora sí, Abba es Padre.

 

*

 

Sea pues la bula de Tespis otorgada a los efectos venideros que a la hora de su muerte ni aún los dioses hubieran perecido ni el hijo de Dios o Cristo aún manifestado que el relato de los dramas de las historias humanas iniciara su cuenta entre las máscaras de los histriones. Sea pues así la tradición en la heterodoxia que el sacrificio redundara sobre la propia divinidad, y aquí la expiación de la exculpación humana de su temeridad. Empero es la congratulación con la tragedia humana reflejo de la humana devoción tal que se otorgara así a Tespis y su carruaje el poder de la reflexión.

“Y aquí, Yo, Tespis, reflejo las palabras del Dios Padre que me asiste y me dispongo a relatar sus últimas voluntades sobre mí en esta hora. Pues así que la bula de ser Tespis me suscribe a interpretar sin añadiduras las revueltas de la orografía humana, así me elevo por los cenotafios de los montes sagrados de cuantos perecieron en el anuncio de una nueva era de esplendor inextinguible en la que transferir la voluntad divina frente a la emancipación de la inhumana mortalidad a la revelación de los misterios sobre los que se asienta la nueva skené donde se desenvuelve la resolución de la fatalidad. Y es aquí que la jubilosa eudaimonia a la espera de su encarnación acomete al término de la tragedia oculta sobre la Palabra Santa del Señor Eterno como el Paradisíaco Reino del avatar divino. Per saecula saecolorum, sean pues amansadas las turbulentas aguas infernales de la muerte en la glorificación de la eudaimonia de Yemanyá, que arremete contra toda impertinencia a la instauración de un mundo sin oponentes destrucciones en su presentización. Y aquí, Yo, Tespis, cedo la palabra a los juglares y sus cánticos, que perpetran ya historias de héroes inmolados en sus misiones y mandamientos a la gloria de la feligresía del drama que los profetas irrumpieron a la hora de revertir sobre sus testimonios excepcionales para la eudaimonia de esta humanidad y sus creencias. Sea así mi venerable diosa Yemanyá en sus nombres indefinibles y sobre toda materialización, guía de la palabra y su metáfora en la enseñanza de la exoneración de las inculpaciones por oscurantismo e ignorancia. Sea así el teatro que se resuelve sobre el tapiz de la existencia, siempre a sí irrepresentable, tal como, Yo, Tespis, lo proveo y así lo ratifico.”

 

*

 

Así sea pues esta bula a Abba-Padre que, Yo, Tespis, extiendo a la hora de mi llegada a los arcos de las puertas celestiales, víspera del santo día de la humana trinidad, ocaso de los dioses paganos, cita mía con mi venerado arcángel Azrael, muerte de mis maleficios irracionales, claudicación de mis creaciones concordantes, invocadoras. Bula que, Yo, Tespis, proveo de sentido al confrontar sobre el recuerdo metáforas de dioses y demonios a su evocadora personificación, héroes y villanos en su desemejanza, en su disparidad. Aquí que, Yo, Tespis, en la bula de Abba-Padre a la inminencia de mi muerte, a la hora de la sagrada extremaunción, tomo bula a creer que cuanto expongo es así relato de mi propia fantasía creadora no más que a la hora de interpretar mis propias palabras en tan atolondrada controversia a la que me asistió la fortuna por desencanto de la clarividencia. Y es aquí que ahora que me entrego al final de estas tortuosas confesiones que en sus carencias me habita la sempiterna ignorancia, me adviene completo la muerte mía a mí, que en la comprensión de los dramas de iniciados en los oficios de la unívoca reyerta ante la consideración de la eudaimonia y todas sus utopías por el poder aferente que la therapeia del alma convoca en el drama de la temeridad humana, me aferro a una ignominia y una enmarcación que a través de esta bula establece los parangones nacientes de mis aportaciones siempre en sí ya regeneradoras.

Así pues descrita esta revolución y demás suscripciones marginales al objeto de reinstaurar la proclamación de inmortalidad a los dioses y sus panteones en tanto a la diferente continencia de la mortal humanidad, ratifico que me eximo por religiosidad del desaprecio al drama que aún adolece de mis fundamentos.

 

“Y aquí, Yo, Tespis, Abba-Padre, dilucido mis creencias al objeto de mi muerte y su redención, sobre la bula de los hechos narrados por asombro y complacencia del drama de cuantos se unieran a sus acaecimientos.”

 

¡A mí la muerte!

 

*

FIN

 

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