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FERNANDO DE BENITO Y DE PEÑA

LA POESÍA DE FERNANDO DE BENITO

 

 

POR FRANCISCO EUGENIO GÓMEZ PÉREZ

Y CARLOS MANUEL LÓPEZ RAMOS

 

  1. Datos biográficos

 Nació en Huelva el día 13 de septiembre de 1936, hijo y nieto de marino. Su nacimiento en esa ciudad es fortuito ya que su familia es de procedencia gaditana. Comenzó el bachillerato en Vigo (Pontevedra) y lo terminó en Cádiz. Curso varios estudios superiores. Fue graduado social titulado por la Escuela Social de Granada, profesor de Educación General Básica por la Escuela Normal de Cádiz, etc. Ha colaborado en diversos periódicos y revistas. Su obra está constituida por lírica fundamentalmente. Destacan “Vecindad a Moira”, “Trayectoria vertical”, “Cuarta dimensión”, “Mundo carismático” y la antología “Las doce de la cal” [1].

Fernando De Benito fue abordado durante una travesía naviera por sus adversarios cuyas lesiones no le ocasionaron impedimento para protagonizar activamente la transición democrática de Adolfo Suárez, ostentando inclusive el cargo de gobernador civil en A Coruña.

Su legado podrá adquirirse próximamente.

 

  1. Cuestiones de lenguaje: símbolos e imágenes en la poesía de Fernando De Benito

 En primer lugar, fijamos como objetivo primordial el estudio de los temas dominantes en la poesía de Fernando De Benito. Estos temas llenan de forma bastante amplia el nivel del contenido de los textos de las obras que analizamos, pudiendo decirse que, aun admitiendo la existencia de otros temas que podríamos calificar como de secundarios, éstos se nos presentan siempre supeditados a los que conforman el núcleo de interés de nuestro estudio.

Hemos destacado tres temas cardinales que vertebran sus poemas. Estos son: el tema de Dios, del mar (con su principal variante mar-bahía) y el tema del Eros.

Fernando De Benito desarrolla estos contenidos utilizando con preferencia la vía del símbolo y de la imagen de ascendencia surrealista. Su concepto de la poesía viene ligado al de videncia y aún diríamos de videncia profética. Él mismo dice en su obra Mundo carismático: «Yo soy un profeta que os habla desde no sé dónde» [2]. Hay aquí un eco de la afirmación de Rimbaud: «Je veux être poète, et je travaille á me rendre voyant…» [3]

Así comprobamos que hereda nuestro poeta toda una teoría y una práctica de la poesía como videncia la cual tuvo en la poesía francesa del XIX preclaros representantes como Víctor Hugo, Lautréamont, Rimbaud, incluyendo todo el movimiento simbolista de fin de siglo.

El crítico inglés Bowra hace entrar en la tradición simbolista a todos aquellos poetas que «intentaron manifestar una experiencia sobrenatural en el lenguaje de las cosas visibles, y en los que casi cada palabra es un símbolo, ya que utilizada no según su uso corriente sino por la asociación que evoca con una realidad más allá de los sentidos [4].

Este sentido de la palabra trascendente es el que enhebra la totalidad de los conceptos de la poética de De Benito. Su poesía aparece como un desciframiento de la realidad, en el sentido aportado aportado por Baudelaire, para quien el poeta sería el intérprete «del lenguaje de las flores y de las cosas mudas» («Elévation». Fleurs du mal III) [5].

La palabra poética de Fernando De Benito fluye como búsqueda de un mundo de esencias escondido tras los datos de la realidad:

 

Detrás de luz, de

Este infinito milagro polícromo, sutil

Cortina, estás

Presente, nada más [6].

 

El verbo-símbolo es la base de sustentación sobre la que se irán apoyando los temas de su poesía; por ejemplo, en el caso de la sustancia divina:

 

Llamando a las figuras, cosas,

sombras de Dios en movimiento

señales

misteriosas y mágicas. Eso. [7]

 

Elemento de singular importancia de esta visión simbólica del mundo es el factor onírico, expresado a través de la imagen de corte surrealista. La importancia del sueño en la literatura europea fue analizada con gran profundidad por Alberto Beguin en su obra «El alma romántica y el sueño».

El sueño como vía para la introspección, y el autoconocimiento interior «juega» -como demuestra Beguin en su obra- desde el romanticismo, un papel de importancia ascendente en gran parte de la literatura contemporánea [8].

A través del sueño el poeta se pierde en el movimiento del mundo y en la sucesión de los fenómenos, a la vez que se reencuentra en una sensación, en un destello único en el seno del tiempo interior (dureé) o en un presente eterno.

Fernando De Benito va construyendo a golpe de sueños y de imágenes una idea del tiempo en la que es posible la reconstrucción del yo frente a la realidad, en constante proceso de disolución, para ello ningún otro medio expresivo mejor que el de la imagen surrealista de libérrima construcción y estructura multisemántica:

 

      ONÍRICO

(Esprua, desparruada:

Endemoniada, mujer,

Tres niños reventados en el ascensor) [9].

 

En algunas ocasiones las imágenes reviven revisten un carácter «clásico» que recuerda el de las acertadas concepciones de un André Breton:

 

No importa que sea un misterio

Esa miel oscura de tus ojeras… [10].

Junio viene meditando por entre calles estrechas

Y yo vivo mi secreto sobre un libro sellado… [11].

La hembra bellísima que quema mi andadura

Es un pozo de carne que suda en agua viva… [12].

 

  1. Temas dominantes en su poesía

 Una vez establecidos el corpus de elementos de contenido analizables formado por los temas de Dios, el Mar y el Eros, pasamos a su estudio ejemplificándolo con textos del poeta. En lo que respecta al tema de Dios, comenzamos haciendo notar que una de las características que se observan en su obra es la influencia de la poesía de San Juan de la Cruz, de quien recoge la impronta de lo místico y la presencia de la divinidad a cada paso:

 

Oye, Tú: Tú aquí. Y allí,

sobre la antena de la televisión. Desnudo también

en la muchacha que se baña en el río. Sudoroso

en septiembre vendimiando las uvas. Tú, en mí,

aristado al buscarte moneda en mis bolsillos… [13].

 

Que sí, que estás

en cada sollozo, lágrima, alarido, estás

en las heridas, enfermedad, llanto, locura, sí, Dios,

en los tontos, en los tontos, sí, Dios, que estás

triste, abatido, torturado, enfermo, pobre, solo, sí,

en una mujer o en un hombre, apenas ya, casi, medio muerto,

muerto, torturado

hasta el fin… [14].

 

Muchas veces el encuentro con Dios se produce en el poema mediante un diálogo en el que el poeta se dirige a la divinidad invocándola hasta en los aspectos más nimios de la realidad:

 

Te encuentro

inequívoco azul en las aceras

ahítas del domingo. Sobre la ropa tendida

en el hastío del patio, o en un catorce

de abril cualquiera… [15].

 

La presencia de Dios es, a veces, asumida con plena conciencia, incluso desde el seno del dolor y desde las deficiencias del vivir cotidiano. Esta actitud de afirmación trágica nos lleva a pensar en la aseveración que de la divinidad hace Kierkegaard, con sus conceptos de la «paradoja absoluta» y el «salto en el vacío», desde los cuales dice sí a Dios en medio de la desdicha [16].

 

Estallante Dios en este

verano trágico y

desde este infinito dolor de

saberte tan cerca, sólo solo

una mínima separación,

una cortina de vida sutil

y… [17]

 

El poeta busca en la divinidad un asidero para su autoafirmación, un antídoto contra el miedo a la destrucción interna:

 

pero alto escalón es la alta noche

para un náufrago de sí mismo.

Nada está perdido pues Dios existe [18].

 

Sin embargo, ese Dios muchas veces aparece como un espectro disfrazado de Absoluto, detrás de cuya presencia cabría imaginar un vacío irreversible. Es así que en algún verso encontramos a un Dios desapacible.

 

Dios

Hoy es una espada de Damocles en mi garganta

Y un nudo marinero [19].

 

Dios puede llegar a ser un peso que fatiga al poeta e incluso una bagatela:

 

Me agoto y canso de tanto Dios.

Yo llevo tranquilamente a Dios en el bolsillo. [20].

 

Vamos observando que en la fase más reciente de su obra el caudal de sus dudas crece hasta la perplejidad, así como las sospechas acerca de la falta de identidad de la trascendencia originalmente anhelada:

 

Yo cuando canto a Dios canto a un no-sé-qué-ahí.

Mi imaginación es la condición de afirmar

posibilidades evidentes… [21].

 

Vamos así alcanzando la idea de que Dios es un concepto instrumentalizado en beneficio de la autoconstrucción espiritual del autor. La búsqueda de Dios coincide con la búsqueda de sí mismo y el anhelo de lo divino podría interpretarse como una sed de absoluto de cierto corte unamuniano:

 

El templo de Dios es el universo, y yo

soy Dios también

cuando os hablo y digo

la exégesis doctrinal de mi cosmogonía poética:

si quieres saber la verdad búscala

en ti mismo [22].

 

Mi vida es la consumación trascendente de un hombre que va en busca del para-sí-mismo TOTAL [23].

 

Otro de los temas preferentes de su poesía es el del mar, el cual se encarna, no pocas veces, en la imagen de la Bahía, en tanto que realidad externa y también como símbolo de conceptos personales. Algunas veces el mar se convierte en la clave de su desesperanza:

 

Mi tiempo

es una muchacha,

angra de saciedad

desde el mar de fondo de mi desesperanza [24].

 

En otras ocasiones el mar es el símbolo de la confrontación y de la alegría:

 

el amor por los sargazos, por la Bahía

el amor

como un riente falucho de pescas inefables;

mar que cascabelea

el mismo corazón y lo sustenta

desde este tu gaditano Atlántico de los hechizos,

te suplico, repito, la paz. Te pido la esperanza [25].

 

En toda su obra se ve su atracción por el mar, por la Bahía, que es algo concreto, geográfico y cotidiano, pero al mismo tiempo reviste la envergadura de un emblema fundamental:

 

Cuando yo me muera

tiradme a la Bahía

y amadme para siempre [26].

 

La Bahía también puede ser el referente en el que todo su mundo conceptual se condensa. Hay una doble fusión entre el poeta y la Bahía, Dios y la Bahía:

 

A mí todo me sabe a mi Bahía. Yo

sólo entiendo de mi Bahía. Fui

una vez un mar lejano, oriental, y

también estaba allí conmigo mi Dios-Bahía.

Algunas veces creo que mi alma es la Bahía. [27].

 

La vida se compara a una travesía por el mar, el poeta dice que «para hacerse más hombre hay que atravesar el mar» [28].

Este navegar por el mar cuenta con grandes obstáculos. La solución es la muerte y el amor:

 

Navegáis por mares

de esta vida, procelosos de mentira y odio. Sólo

la muerte dignifica y eterniza. Yo

he vivido mucho porque he amado mucho [29].

 

La mar son los caminos que yo siempre recorrí

y no hay encrucijada trágica para un marinero ardiendo,

para que fructifique la noche de los frutos acedos. [30].

 

Otro de los grandes temas que dominan la lírica de Fernando De Benito es el del Eros. El Eros aparece en su poesía como una fuerza primordial, como un principio dinámico, reflejo de la creación poética y elemento engendrador de todo el orbe simbólico de la obra. Su concepto del Eros es un concepto altamente poetizado e idealizado. No hay que suponer que se trata de una transposición personal, no se trata de un Eros biográfico sino de una abstracción de la realidad. De ahí que el concepto del amor en De Benito se heredero en parte de la tradición platónica (sobre todo en su interpretación renacentista) y en parte de la teoría cortesano-provenzal.

Andreas Capellanus en su tratado «De amore» (de arte honeste amandi) de fines del siglo XII [31] distingue dentro del código del amor cortés entre «amor purus» y «amor mixtus». El primero de ellos hace referencia a un amor no consumado de forma carnal, aunque es permisible cualquier grado de intimidad física que no llegue al trato sexual, por el contrario el «amor mixtus» es el «amor purus» cuando desemboca en la unión carnal.

El primer concepto -amor purus- tuvo mucha extensión tanto entre los poetas provenzales como en las corrientes posteriores que reciben la influencia de aquéllos. Este concepto de amor debidamente asimilado y estilizado a través de los complejos empíricos propios de la praxis lírica moderna es rastreable en la poesía de nuestro autor. No se trata de que esta idea se manifieste en la poesía de Fernando De Benito como mero objeto arqueológico, histórico o erudito. Se trata de una reelaboración de la idea pasada por el tamiz esencial de la abstracción filosófica.

El Eros en esta poesía que analizamos es una energía múltiple, no es solamente el deseo (el amor que tiene como objeto a la mujer), es básicamente y por encima de todas sus formas el deseo por antonomasia.

No obstante, esta sutil estructura de ideas se reviste en el plano de la expresión con formas tomadas del lenguaje amoroso más carnal y terrestre, pero estas formas debidamente envueltas por elementos simbólicos adyacentes o imágenes surrealistas terminan por perder su materialidad, su carnalidad: asistimos de esta forma a la descarnalización de la lengua erótica tradicional:

 

Moira, petrificada la carne,

es pura

tentación de estatua; vaharina;

ah, qué

nectáreo sudor, zumienta felicidad de las axilas [32].

 

… y hay un hombre: yo,

que te saludo dolorosamente y clamo

algo de amor también sobre mi obscura

plaza: muerdo de amor el tiempo

en sus pezones [33].

 

En algunos momentos como en su «Tema para un desnudo» de su obra titulada Trayectoria vertical [34] puede rastrearse un atisbo de eros carnal, pero que resulta al fin y al cabo exorcizado por la fuerza de expresiones simbólicas que «purifican» y reducen a mero emblema el conjunto de alusiones sexuales:

 

      TEMA PARA UN DESNUDO

 

Una explosión de barro triunfal

y noble. Dos rotundos senos

y un vientre poderoso. Un rostro ingenuo. Entreabiertas

las dos marmóreas columnas de los muslos, caído

al suelo un afilado pie… Una mariposa de amor

posada y

libando en la maravillosa rosa negra de tu sexo… [35].

 

El Eros se confunde a veces con el anhelo de Dios en una forma suprema de deseo:

 

Esos dos senos tuyos y

su ancho y solemne perfil catedralicio

nutren

mi ansia de Dios-vivir. Dame

más, más… [36].

 

El Eros se manifiesta en otros pasajes a través de imágenes violentas que remiten a un grado de fuerte clímax en lo que respecta al deseo:

 

      En París

Mujeres de granito: magia

mordida entre los dientes, un caimán

pateando la luna, un alacrán

por sexo, un

verde veneno espumoso manado a borbotones

de los pezones abiertos y violetas con un cerdo en éxtasis

bebiendo champán, el orgullo

de Satán entre los belfos, un lunar de horror

en medio del redondo triunfo de las nalgas [37].

 

El amor es concebido como una fuerza secular, tiene una dimensión ahistórica. Es la forma más oscura del deseo, sin embargo, el poeta duda de cuáles sean sus objetivos:

 

… Mi amor por la mujer fue, es

siempre

atávico y ancestral, oscuro y hambriento: borboteo

fósil de miles de milenios, sedimento

de un hombre vendaval [38].

 

En este ejemplo vemos cómo el deseo se manifiesta de forma ardiente pero el empleo de la forma verbal subjuntiva deja a éste en la indeterminación:

 

Quisiera palpar eternamente

el cálido perfil catedralicio de tus senos.

……………………………………………

Quisiera emborracharme con tu sangre,

Comerte el corazón. Robarte el alma [39].

 

El poeta es consciente que en su deseo no se halla presente un auténtica voluntad de consumación:

 

Tú eres un buda de marfil que yo he perdido.

Tú eres el aroma de sándalo que falta en mi casa.

Tú eres el puñal de ónix de mi sacrificio.

Tú eres el ídolo sagrado de un rito antiguo.

Me falta la sublime lascivia de tu sexo.

Tu cuerpo es una espada envenenada que yo templé a fuego.

Mi lujuria sin ti no vale nada. [40].

 

  1. Conclusión

 

A modo de conclusión podemos establecer que los temas que hemos analizado someramente a lo largo de este escrito se constituyen como el hilo conductor fundamental de todo el rico mundo ideológico, conceptual y de contenido de la poesía de De Benito. Estos tres temas son los que dan el sello definidor y la magnitud característica a la obra del poeta gaditano. Al mismo tiempo cabría señalar la interrelación con estos núcleos temáticos que por razones exclusivamente metodológicas hemos estudiado por separado. Por simplificar el esquema general podríamos afirmar que en el universo lírico de este poeta, el Eros como fuerza magna y como exponente máximo del deseo lo impregna todo encarnándose de forma preferente y concreta en las ansias de absoluto (Mar = Bahía) y en la sed de eternidad personal (Dios). En puntos concretos de su obra esta conjunción aparece de forma evidente:

 

¿Qué hizo la humanidad de la hojarasca, de

los guijos veraces en mis caminos?

Dejadme, de una vez, en mi destino,

cara a Dios, al mar y a una mujer [41].

 

¿Qué torre de marfil tendré al alcance

de las cansadas palmas de mis manos?

Quisiera un pleamar de amor y de blancura

y que me sorprendas, Dios, tranquilo y abrazando

a una mujer bellísima en mi Bahía. [42].

 

  • Este documento se publicó en la revista GADES Nº12 editada por el Colegio Universitario de Filosofía y Letras de Cádiz, en el año 1984. Descrito aquí por expresa voluntad póstuma del autor Fernando De Benito, compila su obra hasta la fecha de la publicación de este estudio dado por Francisco Eugenio Gómez Pérez y Carlos Manuel López Ramos.

Fernando De Benito fallece el 16 de diciembre de 2016 en la ciudad de Cádiz.

 

  1. A modo de epílogo, apuntes biográficos

 

ANDRÉS PABLO MEDINA.-

 

La completud de la obra de Fernando De Benito se encuentra inédita. Sus primeros títulos aquí analizados junto a su reciente antología “Las doce de la cal” se hallan descatalogados. Así como las colaboraciones con revistas literarias o poemarios en coautoría no obtienen ni registro ni divulgación en la actualidad.

Fernando De Benito tal como se desprende de este estudio inicia tal como uno de sus pioneros la opción biomística en su contemplación humanística a través del arte y concretamente por su poesía. Perteneciente a la Orden de los Caballeros Hospitalarios recrea toda una filosofía del amor y la compasión fundamentada en el interser y la conciliación con extraños y antagónicos. Este concepto de la fraternidad universal al límite de lo no aversivo sobre la fricción por la enemistad le lleva a abandonar la Orden Hospitalaria para ordenarse seglar franciscano. Aquí propone su biomística como una tendencia que más allá de la poética impregna una acción de vida en el estar y el ser con Dios. La necesidad biológica humana de depender de un Dios demiúrgico y taumatúrgico más allá de la develación cognoscente, en tanto a su esencia natural biocultural, como regencia de su autoconcepción adaptativa sobre el pensamiento formal y su asentamiento histórico y ambiental, compone una idiosincrática exposición de continuidad a la conexión divina y humana en su siempre manifestación existencial sobre la biomística de los resultados gnoseológicos y culturales.

Fernando De Benito obtuvo algunos premios nacionales de literatura a lo largo de su carrera como escritor y poeta.

Murió en Cádiz victima de la aprehensión mental y refugiado por familiares y amigos que le protegían ante la desolación. Así sin su biblioteca la cual trastocó hasta desarbolarla por completo, y sin medios para continuar sus labores literarias y sociales, Fernando De Benito, cumplió sus horas con el ánimo encendido y su consecuente instrucción religiosa.

 

Cádiz, noviembre, 2022

[1] RIOS RUIZ, Manuel: Diccionario de escritores gaditanos. Cádiz, 1973. Instituto de Estudios Gaditanos. Publicaciones de la Diputación Provincial de Cádiz.

[2] Mundo carismático, Cádiz, 1978. Copitecno. Colección «Vientos del Sur». Pág. 18.

[3] Jean-Yves TADIE: Introduction a la vie litterarie du XIX’ siècle. París, 1970. Bordas Etudes. Pág. 101.

[4] Anna BALAKIAN: El movimiento simbolista. Madrid, 1969. Guadarrama. Pág. 14.

[5] Jean-Yves TADIE, op. cit. pág. 111.

[6] Cuarta dimensión, Cádiz, 1972. Colección Almádena de Ediciones Hispánicas. Pág. 30.

[7] Cuarta dimensión, op. cit. págs.34-35.

[8] Albert Beguin: El alma romántica y el sueño. México. F. C. E.

[9] Cuarta dimensión, pág. 22.

[10] Mundo carismático, pág. 22.

[11] Mundo carismático, pág. 23.

[12] Mundo carismático, pág. 23.

[13] Vecindad a Moira, Cádiz, 1960. Almádena de Eds. Hispánicas. Pág. 27.

[14] Trayectoria vertical, Cádiz, 1969. Almádena de Eds. Hispánicas. Pág. 45.

[15] Vecindad a Moira, op. cit. pág. 28.

[16] Cfr. Sören KIERKEGAARD: El concepto de la angustia. Madrid. Espasa Calpe.

[17] Trayectoria vertical, op. cit. pág. 24.

[18] Trayectoria vertical, op. cit. pág. 31.

[19] Cuarta dimensión, op. cit. pág. 14.

[20] Mundo carismático, op. cit. pág. 10.

[21] Mundo carismático, op. cit. pág. 18.

[22] Mundo carismático, op. cit. pág. 18.

[23] Mundo carismático, op. cit. pág. 18.

[24] Vecindad a Moira, op. cit. pág. 17.

[25] Vecindad a Moira, op. cit. pág. 19.

[26] Cuarta dimensión, op. cit. pág. 56.

[27] Mundo carismático, op. cit. pág. 13.

[28] Trayectoria vertical, op. cit. pág. 17.

[29] Mundo carismático, op. cit. pág. 2.

[30] Mundo carismático, op. cit. pág. 23.

[31] Edición en inglés de J. J. Parry. Nueva York. 1941.

[32] Vecindad a Moira, op. cit. pág. 42.

[33] Vecindad a Moira, op. cit. pág. 49.

[34] Op. cit. pág. 32.

[35] Trayectoria vertical, op. cit. pág. 32.

[36] Cuarta dimensión, op. cit. págs. 24-25.

[37] Cuarta dimensión, op. cit. págs. 32-33.

[38] Mundo carismático, op. cit. pág. 6.

[39] Mundo carismático, op. cit. pág. 21.

[40] Mundo carismático, op. cit. pág. 21.

[41] Mundo carismático, op. cit. pág. 1.

[42] Mundo carismático, op. cit. pág. 9.

 

 

 

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