KHOKARSA (TEATRO SKYZO I)
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A Susana C. Pazo con amor sincero …
KHOKARSA (EXTRACTO)
O LAS SONRISAS DE LA MADRUGADA
(TEXTO)
EPISODIO PRIMERO
(Estrón hace lo que le da la gana).
(Su Madre, algo).
ESTRÓN.-
Repeat, please. La carcoma inunda, inunda: blops!
(Entra el mayordomo con un pollo en una bandeja de plata).
MADRE.-
Hay que asquear los muertos porque ellos son los culpables de caminar al fin. Y nosotros ya no somos… Los dioses no han existido nunca: lo hemos descubierto en las estrellas, perro fiel de carcoma. Ahora hay que construir el vómito verde que huela a hiel, que huela a ig.
ESTRÓN.-
Repeat, please.
MAYORDOMO.-
Y un vaso de coñac pidió boca.
(Se acerca a la Reina cacareando como una gallina de trapo).
(La Reina Madre de Estrón sigue haciendo su ‘cosa’ como un lobo).
ESTRÓN.-
Hay que vomitar en las estrellas porque vosotros los estúpidos ignorantes de la Eterna (El mayordomo sale persiguiendo a una gallina sin plumas que vuela desde dentro y afuera de la escena)… hasta el momento, tenéis las cucarachas de mis pesadillas sólo cerca de las orejas. Y un grito primal pierde el sentido: pero yo he de decir que estoy cansado de que los míos griten en el país de la Carcoma allí donde los héroes yacen fulminados. Y esto queda sólo denunciado aquí, aunque yo persiga algo más. Quiero llegar a ser aquél que os coma los ojos porque ni siquiera vosotros os merecéis la miel que suaviza hoy vuestras gargantas.
(La Reina Madre aplaude entre risas con pollo en la boca y Estrón, con una pataleta).
MAYORDOMO.-
(Entrando anuncia su entrada). ¡América! (Y sale como un fantasma).
(La Reina Madre y el Heredero Estrón quedan paralizados de miedo y estupor). (Cuando ella ‘no haga nada’, Estrón se acurrucará entre las piernas de su Madre a la que se abrazará con devoción). (Comienza a nevar). (La Reina Madre se levanta del trono anclando su mirada ausente en el vacío).
ESTRÓN.-
Tened compasión de mí, y comprended,… ¿qué podéis comprender? (Su Madre le acaricia el pelo). Acaríciame el pelo más, más. Quizás así soporte la cuagg de la vida. (Tiritando). Quiero volver allí, quiero…
(Entra América).
AMÉRICA.-
¿Qué es eso de la cuagg de la vida?
ESTRÓN.-
(Incorporándose como una serpiente herida). Morder los bordes del mundo.
AMÉRICA.-
¿Saben?, hoy escuché hablar del tiempo.
ESTRÓN.-
Y, ¿qué dijeron?
AMÉRICA.-
¡Una insignificancia!
ESTRÓN.-
Pues a mí me pesan los segundos en el nombre de mis generaciones como podría pesar una cruz de cucú.
AMÉRICA.-
¡Naderías! Todo da vueltas y me pica el cerebro en su centro.
ESTRÓN.-
Los ángeles vinieron a bendecir estas tierras prohibidas. Al fin llegará el arrebato de Dios, y en su cólera hurtará la noche del maligno. Satán será vencido. ¡Las pesadillas sucumbirán!… Pero estas cosas son sólo sueños para lagartos. (A la Reina Madre). ¿Te gusta lo que he dicho?
AMERICA.-
(Entre suplicios). Si las hormigas aprendieran a recitar a Skakespeare…
ESTRÓN.-
(Le abofetea). Eso nunca será posible. No uses jamás aquello que no pueda ser verdad ni en los más remotos… ¿Una insignificancia dijiste?
AMÉRICA.-
(Dolido y temeroso). No, no. Nunca, nunca. El tiempo, no. Nunca.
MADRE.-
¿Cuándo llegará la mañana?
ESTRÓN.-
No puedo saberlo; nunca será mañana. Quizá sólo sea el tiempo. Cronos debe dormir en un sueño apacible entre nubes porque él es quien decide las danzas de los Reinos. ¡Dejemos al rayo libre y vuele la gaviota! Yo, el hijo del Reino del Misterio.
MADRE.-
(Tierna y cariñosa). No debes comportarte así, Estrón, como un Emperador. No quisiera confesártelo, pero las rosas crecen con el llanto de la vida, y sus clavos nos muestran el dolor patético del amor, con ese color luminoso que tiene la amargura cuando se ama. Estrón, hijo, tú eres libre como lo es la rosa al viento, más yo soy tu tallo. Y en esta nieve está tu Reino. Él te envuelve, mas tú alcanzarás el rocío de la mañana, y sentirás al tacto de la rosa, sus espinas; astilla que se hiere. Estrón, hijo, eres el sueño de mis entrañas, su grito alado. Tan sólo mi útero te conoce y sabe quién serás por siempre. No debe preocuparte más cosa que la luz, ¿recuerdas? Siempre la mirabas día y noche. En ella descubrías tu dignidad, tu sueño entre los primeros plañidos de tu infancia. Estrón, hijo, debes sentir el aroma de tus huesos. No sé describírtelo, pero está dentro de mí, y mi presencia, hijo, debería hacerte entender las cigarras, los abejorros con sus alas, y nuestro deseo de acompasar nuevas dichas para Cronos.
ESTRÓN.-
Quiero gritar ‘mierda’. ¿Por qué no puedo gritar ‘mierda’?
AMÉRICA.-
(Soliviantado). Yo soy Lorca en Nueva York… Según he escuchado decir a los estúpidos ignorantes de la Eterna.
ESTRÓN.-
(Sollozando). Quiero, volver allí, quiero…
MADRE.-
Deberíamos dormir; todos deberíamos dormir. Especialmente nosotros, hijo mío.
(Entra el mayordomo con una bandeja de plata cubierta y humeante).
MAYORDOMO.-
Yo no soy, creo, el histrionismo.
MADRE.-
(Destapando la bandeja). ¡Cordero! (Se lanza a devorarlo con las manos).
MAYORDOMO.-
Siempre oigo las máquinas, la policía, el tren; y una ambulancia.
(América grita como ante una visión espantosa, y, el mayordomo, responde con un gesto de sentimiento).
ESTRÓN.-
(Se resopla la nariz, aplaude y carcajea con el entusiasmo de un crío ante un juguete maravilloso). ¡Bien, bien! ¿Viste, mamá?
MADRE.-
No. «No hay genios sino bobos que se los creen, hijo mío. Nada es genial de lo que hace el hombre. Sólo la obra de Dios es genial, porque Dios, si es como es, debe ser genial para nosotros que somos bobos. Nosotros somos todos bobos, ignorantes y necios, que se creen saber, porque en nuestra torpe sapiencia –que no la hay mayor si no la hay- nos creemos sabios o genios, como Dios si fuera Dios. Si te satisface en tu ignorancia, hijo, no busques a quien te secunde. La sabiduría, hijo, es la ignorancia del Pueblo. Nuestro reino se sustenta en la fe a sus creencias, y se la crea o no se la crea ésta es un invento que no puede inventarse; como sucede con todas las grandes falsas verdades. La fe es la muralla donde se escuda el bobo y el noble. Yo soy la Reina Madre de la Historia, hijo. Y lo decreto: “No hay genios porque hay bobos. Hay un Dios si lo hay, y un infierno en las celdas de mi Reino para quien lo crea”. Esta es mi bobada, hijo. Mi Magnánima y Única Gran Genialidad por el poder que me confiero según me dicta mi pueblo y su ley. Yo, hijo. Yo. Si acaso.»
AMÉRICA.-
(Tomando notas) Con los debidos respetos a Su Majestad, pero me pareció que fue un poco panfletaria. (Ríe como una ardillita).
ESTRÓN.-
Pues yo quiero llegar a ser Dios, Madre. ¡Y moldear gaviotas con las aguas del mar! ¡Sentir la espuma de las olas sobre mi faz!, ¡y esculpir palomas con los acantilados de las calas! ¡Alzar mis manos a la vez que doy la luz al día, y con mi espada, cegar los ojos del sol al vestirme de madrugada! ¡Estrujar entre mis manos puñados de sal y estrellar con ellos el firmamento en lo más alto! ¡Dar la vida al fuego con mis propias uñas afiladas y guardar en mi tesoro el secreto de la muerte del fin de todas las cosas! ¡Quiero volver a ti, Madre! ¡Quiero! ¡Y sentirme de nuevo unido al hálito que me dio vida, volver a ser barro entre las manos del Alfarero, sentirme pequeño y diminuto en su grandeza, mi grandeza suya, mía de Él para mí, mía, sólo mía y tuya en tus entrañas, tuyas, Madre, tuyas! ¡Y yo, escudarme en mí, y ser yo, sólo yo, y al soplar la vida el Dios nuestro, hastiado de esfuerzo, serle! Sólo entonces, se parirá mi vida mía. Sólo entonces, cuando estén mis sueños surgiendo como sombras en su infierno, ya sin Él, atemorizado y prisionero de su propia pasión, sobre mi lecho, luna y sol se tornarán al nuevo día. Así lo quiero; sólo mi Cielo. Cuando yo sea sin muerte; como Él es si es.
AMÉRICA.-
(A Estrón). ¡Calla! ¡Chilla! ¡Grita! (Estrón lanza un agarrotado relinche que hace crujir su nuez). (Irónico). Ya no vale.
ESTRÓN.-
La duda de Hamlet, ¿por qué habré recordado la duda de Hamlet? Morir, partir al sueño eterno del alma; y sin la vida, inertes, haber creído que ya no se sentirán más los latigazos de la eterna existencia sobre nuestras conciencias. El viento seguirá hondeando nuestros huesos, y un gusanito alegre, ¿con vida?, se alimentará feliz de nuestro cuerpo petrificado. Carroña. Y ya, no seremos… pero estar ahí estaremos hasta que el viento cese. Y la roca, ¿vive? ¡Ah, cuánto quisiera vivir la muerte misma y sobrevivirla en su más allá! ¡Cuánto quisiera dominar la inmensidad de la Creación!
(América lentamente in crescendo ríe a carcajadas).
MADRE.-
¡Calla, América, calla! Ahora el grito ha sido devorado por la gula, pero sé que volverá a hervir en mis entrañas como nuestros perros creen en la ilusión de nuestras mentiras. Cuando haya paz querrás sentarte a nuestra mesa y dar de comer a tus cachorros, pero recuerda bien que la ira podrá adueñarse de mi Reino.
ESTRÓN.-
(A América). Es la hora de marcharte.
AMÉRICA.-
¿Quién lo dijo?
ESTRÓN.-
Lo dijo ella.
(La Reina asiente).
AMÉRICA.-
¡Hasta quizás! (Sale).
ESTRÓN.-
Coger el alma de la luna y transformarla en baba roja para los enanos. Eso es lo único que les interesa a las comadrejas; coger el alma de la luna, y transformarla en baba roja.
(Suenan las trece campanadas en el reloj de pared). (Entra el mayordomo).
MAYORDOMO.-
Para la Señora, como guste. (Le enseña sus nalgas, y sale).
ESTRÓN.-
¿América?, ¿o el Reino de La Luna, Madre?
MADRE.-
¿Sabes?,… el búho es el pájaro de los muertos.
ESTRÓN.-
Entonces, ¿por qué dormir a las estrellas?
MADRE.-
Me voy a tomar los llantos. Sabes que no soporto la aurora de madrugada.
ESTRÓN.-
Yo te daré los míos.
MADRE.-
¿Oigo o veo el aroma de tus huesos?
ESTRÓN.-
Odio haber caído en la elipse del infinito. Madre, añoro tanto aquella penumbra luminosa, que casi podría decir que ha desaparecido del firmamento en los adentros de mis párpados. Ahora sólo hay una tiniebla de odio, sin caridades ni vergüenzas, donde pasean sonámbulos los elegidos por la muerte, coronados por la ignorancia a semejanza de unicornios y búfalos, que alimentan mi deidos. Yo sólo quiero huir de toda esa naturaleza animada, y esposarme a ti para siempre, como lo haría una libélula en el otoño, atado al viento que resople sobre mis alas.
MADRE.-
Yo soy tu camino, hijo. Esa es la ley, mas no el campo que habrás de abonar. Pues como la mierda, varón, vienes de Dios.
ESTRÓN.-
Caminaré hacia el sol y las estrellas. Jamás volaré entre las aves de paso.
MADRE.-
Tu destino, hijo, es el sol. Sígueme.
(Sale la Reina Madre de Estrón y Estrón aguarda entre el vendaval que arrastra las cenizas y voltea la nieve).
ESTRÓN.-
(Enarbolando una antorcha). Las llamas turbias no dejan ver el blanco. Hierve y crece el fuego, el miedo, el fuego. ¿Y la luz de los infiernos? Es el viejo camino de la fortuna con su olor a rito, el dolor del rito de la obscuridad. Ascos de palabras tiemblan cuando nace el silencio en la ceguera. El universo a obscuras, las tinieblas en brasa, y el minotauro rugiendo mi espanto en el reflejo de los sueños. ¡Temo tanto perder el verde incienso! Confiad, pues, Estrón. Confiad. La luna es y será siempre vuestra más fiel compañera hasta alcanzar el luminoso día de las eternidades. Confiemos pues. Mi Reina Madre será el camino allanado, mi lecho divino.
(Los lobos aúllan, y el cuervo anida en el cetro real).
* * * * * * *
EPISODIO SEGUNDO
(La Reina Madre de Estrón llega entrando con América).
MADRE.-
(Mientras devora una pata de cabra). Mi hijo será el heredero de la corona. Has de saberlo, o de lo contrario te engulliré como a esta exquisita cabra. ¿Crees qué porque me hayas germinado en tu bolsillo seré como una de tus caprichosas y tormentosas monedas?
AMÉRICA.-
A vuestro hijo le sorprendió la locura, y le conquistó el corazón. ¿No es así? ¿Eh, eh? (Risitas de roedora).
MADRE.-
Tú eres quien enloqueció con tus monsergas. ¿No es así que el palacio se resiste en mis senos a vuestras ignominias?
AMÉRICA.-
¡Majestad! No debierais ser tan romántica. Es más, mis monsergas, Majestad, son mías, me pertenecen a mí, y yo, para vuestra complacencia os las otorgo. ¿No es así, Majestad? (Risitas de cobaya).
MADRE.-
Puedes poseerlas para siempre. Mi Reino nunca las necesitará ni como reliquias.
AMÉRICA.-
Pudiera ser, Majestad, que… toda presencia, incluso ausencia, la verdad es que no se me puede negar… Que en algún momento… Habrá una nueva Reina.
(Entra Estrón con un teléfono).
ESTRÓN.-
(Al teléfono). Dice el poeta que el amor, la revolución y la muerte tienen cotas de mariposas blancas. Mariposas en una mañana brillante de cegadora luz con limpios cielos. Cotas de verdes prados y aire húmedo donde la ciudad tiene aroma a campo. (A su Reina Madre). (Deja el teléfono). Dice el poeta que el amor, la revolución y la muerte son las tres hijas de la vida. Una cuida los campos y ordeña las vacas; otra construye las casas y muele las montañas; la otra, la rebelde, huyó con su enamorado y nadie sabe sobre que montaña construyeron su guarida. Esto es lo que dice el poeta, Madre.
(La humedad y el frío atraen el aroma refrescante de las rosas).
AMÉRICA.-
Ese poeta morirá… como todos.
ESTRÓN.-
Hagamos pues el amor fraterno y carnal.
AMÉRICA.-
Me atemoriza vuestro soplo de versos y venenos, joven Estrón.
MADRE.–
¿Por qué os entregáis a las penumbras de sus palabras? ¡Hallad la suavidad de sus aires!
AMÉRICA.-
Estoy por las conveniencias de vuestro Reino. Los aires de vuestro Heredero, Majestad, son como la piel del melocotón; áspera al paladar y suave al tacto. Sin embargo, sus palabras, me conmueven como un melodrama.
ESTRÓN.–
Yo soy el dolor, el hombre y la palabra. Lo siento como las soplo, y las soplo hasta construir reinos donde me plazca y para quien considere. Mi Padre es aquel auriga que sembró el Árbol de la Libertad cuando aún era libre entre las malezas del bosque; fruto mortal para dioses, santos y demonios, sólo los héroes lo disfrutarán en la Huerta del Universo. Yo seré semejante a Dios como Dios. Y haré gemir mis gemidos en la sangre misma de mis profetas míos. (Marchándose valeroso y aclamador, como un niño entre fantasías). ¡A mí Serafines! ¡A mí, Arcángeles! ¡Yo, dueño de los confines, desde los límites del principio hasta los enigmáticos e incalculables términos de la eternidad!
AMÉRICA.-
Majestad, ¿no parece que el heredero parece adentrarse en abismos nebulosos? ¿O no tengo razón? Camina por sombrías actitudes inconvenientes a su coronación. No olvidéis, Majestad, que para nombrarse Señor del Cosmos debe coronarse por sí mismo sin perturbar el orden de éste. Insisto, Majestad, en su locura. ¡Irrremplazable!
MADRE.–
Un trono de dolor no es lo que quiero para él. Me ama demasiado; debe desatender a esas fantasías que le animan. América, te reconozco que no me gusta que pretenda ocultarse tras su desnudez…
(Entra el mayordomo con una oca desplumada).
AMÉRICA.-
Deberíamos inventar una guerra. (Al mayordomo). Pasa, cerdito, pasa. (Risitas de pato).
(El mayordomo entrega la oca a América).
MADRE.-
¿Oca viva y desplumada?
MAYORDOMO.-
¿Le ocurre algo a la Señora?
(América corta el cuello a la oca que chorrea sangre y grita como enloquecida).
MADRE.-
Hay un insecto encima de la mosca de la cocina. Vuela otro que no se ve, y copulan libres, como en un cuento, mientras alguien los mira negro desde las alturas su perdón del pecado.
MAYORDOMO.–
Prefiero los grillos. Así que cómanse los escarabajos con las ovejitas rosas. (Sale).
AMÉRICA.–
Majestad, nosotros no tenemos antenas, ni plumas, ni cabellos. Somos de cartón.
MADRE.–
Sí, América. Sí. Pero como en las fábulas los gusanitos de la vida tienen la colita de los ratones que roen los satélites de los quesos donde copulan las mosquitas que tienen cabeza como las castañitas.
AMÉRICA.–
(Con ternura le besa los labios). Sólo es el cocinero.
(Entra el mayordomo con una sartén en el que le da vueltas a una torta).
MADRE.-
Una, dos y tres.
Vuele el torero,
mátese el pez.
El pez en el agua,
Estrón en el río.
Vuele el torero,
mátese el pez.
Relinche el caballito
del ajedrez.
El pez beba agua,
Estrón tenga frío.
Muera el torero,
relinche el caballito
del ajedrez.
(Sale el mayordomo).
AMÉRICA.-
Sus deseos serán a los pies de Morfeo, cumplimientos en las manos de las Moiras.
(Entra Estrón rodando como una cochinilla).
MADRE.-
Hijo,… quisiera volver a la cocina.
ESTRÓN.-
(Indignado). A la cocina no, Madre. ¿No ves que ando ocupado con mis peonzas?
MADRE.-
Hijo, tus juegos de navidad son para mí festín de verano. Cuando te digo que quisiera volver a la cocina no expreso un deseo, sino una decisión que por la ley me ha sido conferida.
ESTRÓN.–
Es misión mía, como sordo que ve más allá de la ley, hacer de mi juego de navidad un festín de plástico para ti.
AMÉRICA.–
Nietzsche o Van Gogh.
ESTRÓN.–
(A América). ¡Ezequiel te maldiga con el dolor de sus manos!
MADRE.–
(A Estrón). Dame el teléfono. Quiero tenerlo lejos de los labios de tu futura princesa.
ESTRÓN.–
(A América). ¿Me matarás si te mato?
AMÉRICA.–
(Anotando en una libreta). Construcción de un teleférico entre el Olimpo y el Gólgota… Reforestación del desierto del Sinaí…
(Entra el mayordomo con dos cuchillos de papel en la bandeja).
MADRE.-
(A Estrón). Sí.
ESTRÓN.-
(A América). Pues hazlo si ese es el juego que siempre deseaste para mis otoños.
(El mayordomo entrega sobre la bandeja los cuchillos de papel a América rugiendo como un perro desconfiado).
AMÉRICA.-
(Aparte al mayordomo). Dionisos enferma de muertes; Apolo reluce en la noche de Iris. No te preocupes, pues la fortuna deparará en la locura.
MAYORDOMO.-
El rito se reencuentra con su origen. Se nombra en el suceso de su esencia; su nombre se renombra en cada instante, y se celebra, así como se va desenvolviendo.
(Se va el mayordomo). (La Reina Madre de Estrón “corona” a su hijo con el cuchillo y este aúlla como las hienas en el desierto).
AMÉRICA.-
Majestad, vos propondréis y yo os obedeceré. Seré silencioso con vuestros oídos, y atento con vuestras palabras.
MADRE.–
Calla, América. Él es mi hijo, tú simplemente me hablas, me hablas, y nos embaucas a todos con tus marañas. No me hagas hablar más.
ESTRÓN.–
(Descoronándose). Madre, siempre he sabido que todos los números son buenos. (Marcando en el teclado del teléfono se marcha ensimismado).
AMÉRICA.–
Idos a la cocina, Majestad, y devorad cuanto encontréis en la despensa. Mañana será otro día. Y descansad. Descansad, y soñad con el planeta de fuego.
(Sale la Reina Madre).
MADRE.-
(Saliendo). Vuele el torero, mátese el pez… ¡América, hay algo más que ser o no ser, ¿comprendes?! ¿Por qué has de hacer tuyas mis cuestiones? ¿Sólo porque soy la Reina Madre engendrada donde repostan tus intereses o es por esa cruz de cucú de la que te habla mi heredero coronado? ¡En este Reino somos ricos en talentos! Ceca del pueblo.
* * * * * * *
Una autocrítica: antes de una conclusión.-
El viaje astral al que asistimos en ‘KHOKARSA’ nos sitúa en el mundo mágico-simbólico de la conciencia. Este lenguaje, que ha sido aquí dramatizado, aparentemente representativo, obedece en sus efectos y afectos a lo más real de la existencia humana: su universo interior y su cosmovisión. Lejos de la ficción racional del teatro frontal se sugiere una arquitectura teatral artaudiana, un escenario circular que se desplaza y gira sobre sí mismo creando una visión plástica y una óptica sorprendente, un teatro que se sucede a todos los alrededores del espectador, que toma diferentes puntos de vista y en el que sus sentidos, a través de la palabra mágica y su provocación, como un mantra tibetano, se guía por un laberinto iniciático en el despertar de la kundalini hacia una vimukti, desde la percepción sensorial o emocional espacial a la cognición consciente que aporta la palabra. Esta performance se expande como happening en el que la aportación verbal fónica se deconstruye en alteridad con los demás elementos escénicos. La plaza o el circo como espacio físico de esta arquitectura teatral[1], y el monólogo o el diálogo a voces características como expresión literaria del drama, convergen su puesta en escena global en la totalidad operística, que renuncia a su expresión formal.
El lenguaje poético del texto ha sido re-presentado por el autor desde la partición de técnicas actóricas que desde el signo alfabético a la construcción de imágenes o conceptos (niveles semánticos) ha usado la ‘palabra’ como un ‘cuerpo’ de voz sonoro (sadrisyam) que se inscribe en igualdad con la totalidad de los elementos dramáticos. El texto literario es una construcción verbal que determina racionalmente las condiciones ideológicas y estéticas del texto dramático, que se desarrolla en la mente del espectador / lector a partir de unos condicionantes sociohistóricos (exégesis), y que a través de una propuesta escénica (natyasastra) se formaliza físicamente en un espectáculo teatral. El tratamiento del lenguaje ha sufrido análogo proceso: deconstruido, de un modo caleidoscópico, episódico, se ha reflejado en su cualidad fonoestética, su poeticidad y su irracionalidad, manteniendo el significado interno inalterable a través de su heka, y creando una doble realidad remitente a la construcción íntima de los hechos.
La ópera hablada y danzada más que una anti-ópera se estructura por un contraste de contenidos (danza / declamación) ante una expresión actórica antropológica y biomecánica, en tanto que el actor-performer interpreta y re-interpreta al autor (texto) para sus espectadores (interpretación), trascendiendo al concepto wagneriano de ópera y su influencia en la escena teatral como una estructura compositiva poético-musical, por un espectáculo que se permite integrar los opuestos en atención al actor como instrumento dado ya en las nuevas tendencias y sus dramaturgias.
Este texto literario (presentable) que se integra en el texto dramático (re-presentable) a modo de partitura, sugiere un imago mundi o cosmovisión del concierto de instrumentos presentes (actores, texto, técnicos) en la interpretación de la composición del espectáculo teatral por el director o regidor (coordinador). Asimismo, esta partitura textual, objetivada en su cuerpo sonoro (texto literario) y plástico o sensorial (texto dramático), sugiere la construcción / deconstrucción de una partitura musical adyacente, que suscribe el nivel lírico-dramático de la ópera. Así pues, la composición musical como accesorio o refuerzo dramático se re-une como un ensemble con la totalidad del evento, en tanto que la recíproca retroalimentación configurará el nivel oral-sonoro fonoestético del espectáculo.
Asimismo, el trabajo del actor para este teatro esférico o teleférico, o así dado teatro skyzo, en tanto que los personajes y los mismos actores se duplican o simplifican sobre sí en la multiplicidad caracterológica o su nulidad presencial, implica un entrenamiento global que va desde los sentidos y sus apreciaciones perceptivas a las propiedades de la palabra cognoemocional. Es un actor sacro al modo de Grotowski, que se educa en la atención personalizada como espectador de su teatro interior, artaudiano, que rodea su cotidianeidad, y que mediante un proceso mediúmnico de transubstanciación alquímico-mágica en interactuación colectiva con sus referentes dramáticos y creativos, simbólicos e interpretativos, se inicia en los misterios iniciáticos del actor chamánico, que pudieran ser la técnica integral del actor-performer, en cuanto al despertar de sus sentidos y sus sentimientos como elementos básicos de una interacción sensocognitiva humana. Es en esta interacción que su intérprete descubre la unidad holística de la totalidad de su cuerpo psicofísico, el cual se entabla aquí en su teatro interior al modo junguiano, donde habita su niño eterno como Atman o Yo Creador Imperecedero. Así aquí los sentidos y los sentimientos en comunión que se expresan mediante sinestesias proyectan al exterior ‘conductas / arquetipos / signos’ con significado propio. Asimismo, el desarrollo de este lenguaje no arbitrario sino consciente y psicofísico o biomecánico (orgánico) forma parte de la iniciación mistérica que tanto sobre lo cotidiano como en lo extra-cotidiano (Eugenio Barba) considera al actor no sólo un ser de acción social sino un artista integral en cuerpo y mente.
&
[1] Véanse artículos del autor en publicaciones de la AAT.
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